León Ortiz de Rozas. Dibujo al lápiz y tinta china. |
Hoy vamos a mostrar los retratos de nuestra familia que pintó este eximio retratista, quién por determinación del azar, surgió como supremo historiador gráfico de todo un período de la vida argentina
Hace unos años se realizó una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, sito en la Avenida del Libertador 1473 de la ciudad de Buenos Aires.
No hay república más libre que la de las artes, y las colecciones de obras reunidas en los museos nos enseñan una sola cosa, pero la enseñan bien, y es que con los procedimientos más contradictorios, las visiones más diversas, dos hombres de talento, y mil hombres de talento, llegan al mismo resultado: la producción de la obra de arte. El pedantismo es ridículo y perjudicial en cualquier materia, pero en el terreno del arte es monstruoso y grotesco, y tanto más peligroso cuando suele andar bien vestido, como que dispone a menudo del guardarropa solemne de la tradición
Charles Henri Pellegrini nació en Chambery, Savoie, Rhône-Alpes, Francia, el 28 de julio de 1800. Pese a la nacionalidad italiana de su padre, siempre se consideró francés, al igual que sus siete hermanos. Escribía y firmaba en ese idioma, y su formación cultural fue, también, netamente francesa.
Su niñez transcurrió en una de las más bellas comarcas de la región alpina, donde recibe la educación moral y cristiana que le inculca una madre ejemplar. Cursó estudios en el Collège de Chambery, y obtiene dos primeros premios, correspondiente uno de ellos, a la asignatura dibujo; un hecho sugerente que revela una temprana dedicación al arte que inmortalizará su memoria.
En 1819 parte para Turín, en cuya Universidad ingresa, atraído por el prestigio de esta casa de altos estudios italiana, fundada por iniciativa del príncipe Ludovico de Acaja, rey Amadeo VIII de Saboya, primer Duque de Saboya. No puede completar sus estudios debido a la revolución del Piamonte ocurrida en 1821, viéndose forzado a huir a Francia. En París acogido con gran cariño por sus hermanos, se matricula en la Escuela Politécnica, donde se recibió de ingeniero en 1825.
Contratado por Juan Larrea, quién se encargaba de los asuntos argentinos en París y tenía el encargo del primer magistrado Bernardino Rivadavia de buscar un ingeniero hidráulico de gran competencia llegó a Buenos Aires en 1828. Prestó servicios durante breve plazo en el departamento de Ingenieros Hidráulicos, que posteriormente fue suprimido durante el gobierno del general Juan José Viamonte. La desocupación lo indujo a tratar de aprovechar sus dotes de dibujante y pintor. Se vinculó con el litógrafo César Hipólito Bacle y se dedicó especialmente a hacer retratos, ejecutando entre octubre de 1830 y septiembre de 1831 doscientos trabajos. Su actividad como retratista y litógrafo prosiguió hasta 1837. Se dedicó luego a las tareas del campo y compró la estancia La Figura en Cañuelas. En 1841 fundó con Luis Aldao la Litografía de las Artes, que publicó gran número de estampas, e instaló luego su propia prensa en su domicilio de Cangallo 37.
Hace unos años se realizó una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, sito en la Avenida del Libertador 1473 de la ciudad de Buenos Aires.
No hay república más libre que la de las artes, y las colecciones de obras reunidas en los museos nos enseñan una sola cosa, pero la enseñan bien, y es que con los procedimientos más contradictorios, las visiones más diversas, dos hombres de talento, y mil hombres de talento, llegan al mismo resultado: la producción de la obra de arte. El pedantismo es ridículo y perjudicial en cualquier materia, pero en el terreno del arte es monstruoso y grotesco, y tanto más peligroso cuando suele andar bien vestido, como que dispone a menudo del guardarropa solemne de la tradición
Charles Henri Pellegrini nació en Chambery, Savoie, Rhône-Alpes, Francia, el 28 de julio de 1800. Pese a la nacionalidad italiana de su padre, siempre se consideró francés, al igual que sus siete hermanos. Escribía y firmaba en ese idioma, y su formación cultural fue, también, netamente francesa.
Su niñez transcurrió en una de las más bellas comarcas de la región alpina, donde recibe la educación moral y cristiana que le inculca una madre ejemplar. Cursó estudios en el Collège de Chambery, y obtiene dos primeros premios, correspondiente uno de ellos, a la asignatura dibujo; un hecho sugerente que revela una temprana dedicación al arte que inmortalizará su memoria.
En 1819 parte para Turín, en cuya Universidad ingresa, atraído por el prestigio de esta casa de altos estudios italiana, fundada por iniciativa del príncipe Ludovico de Acaja, rey Amadeo VIII de Saboya, primer Duque de Saboya. No puede completar sus estudios debido a la revolución del Piamonte ocurrida en 1821, viéndose forzado a huir a Francia. En París acogido con gran cariño por sus hermanos, se matricula en la Escuela Politécnica, donde se recibió de ingeniero en 1825.
Contratado por Juan Larrea, quién se encargaba de los asuntos argentinos en París y tenía el encargo del primer magistrado Bernardino Rivadavia de buscar un ingeniero hidráulico de gran competencia llegó a Buenos Aires en 1828. Prestó servicios durante breve plazo en el departamento de Ingenieros Hidráulicos, que posteriormente fue suprimido durante el gobierno del general Juan José Viamonte. La desocupación lo indujo a tratar de aprovechar sus dotes de dibujante y pintor. Se vinculó con el litógrafo César Hipólito Bacle y se dedicó especialmente a hacer retratos, ejecutando entre octubre de 1830 y septiembre de 1831 doscientos trabajos. Su actividad como retratista y litógrafo prosiguió hasta 1837. Se dedicó luego a las tareas del campo y compró la estancia La Figura en Cañuelas. En 1841 fundó con Luis Aldao la Litografía de las Artes, que publicó gran número de estampas, e instaló luego su propia prensa en su domicilio de Cangallo 37.
Agustina Ortiz de Rozas con su hijo Lucio Victorio. Acuarela. Museo Histórico Nacional |
Hacia 1810, ese salón albergaba a la intelectualidad revolucionaria e independentista. Allí concurrió, en 1829, el culto y refinado saboyano Charles Henry Pellegrini.
Se dice que un buen día, con el ingeniero de Saboya presente en la mundana tertulia de Mariquita Sánchez, la propia anfitriona se quejó por la falta de retratistas en Buenos Aires y que, en la oportunidad, a pedido de los contertulios, el ingeniero, lápiz en mano, le hizo un retrato a la distinguida dama en menos de dos horas, arrancándole un aplauso cerrado a la concurrencia. Ese fue el punto de partida de la nueva profesión del joven ingeniero europeo hasta entonces sin empleo.
Agustina López de Osornio de Ortiz de Rozas. Dibujo al lápiz. Propiedad de Antonio Santamarina. |
Algunas personas se han sorprendido de que un ingeniero
–que dicen suele ser la antípoda del artista- más familiarizado con las dimensiones
de la forma que con su expresión moral, sin otro instrumento que la técnica sumaria
del lavador de planos, haya podido convertirse de la noche a la mañana, y sin
ayuda de “maestro”, en un retratista de nota. Esta aparente rareza se explica
racionalmente. Pellegrini poseía en primer lugar y en grado superlativo la
condición primordial del retratista: la perspicacia fisonómica, el amor de la
observación, un sentimiento comunicativo y una ingenuidad de procedimiento
realmente preciosa para el fisonomista.
Los retratos –inscriptos en los rigurosos cánones del realismo– son de una calidad notable y, como dicen los entendidos, “capturan el alma del retratado”. Tal es el caso de la galería de retratos que podían verse en el Museo Nacional de Bellas Artes. Desde la mirada propietaria del matrimonio de coleccionistas Guerrico, a la expresión perdida del reverendo padre Francisco Mageste, pasando por la serenidad y la personalidad de los rostros femeninos de cualquier edad, los retratos de Pellegrini tienen una funcionalidad específica en relación directa con el lugar social y la posición económica o el poder que ostentaba cada retratado, y con la elección del modo elegido para mostrarse ante la posteridad.
Lucio Norberto Mansilla. Acuarela. Museo Histórico Nacional. |
En su obra, se pueden ver paisajes rurales y urbanos –vistas bonaerenses como las de Bahía Blanca y Sierra de la Ventana, o estampas porteñas como el Riachuelo, El Retiro, la Plaza de la Victoria - Plaza
de Mayo - , la Catedral, la Iglesia del Pilar y otros, también vemos escenas de costumbres, como “El matadero”, de 1841. Este grabado parece ilustrar el célebre relato homónimo de Echeverría escrito y leído en las tertulias por esos años y publicado tres décadas después. En la estampa de Pellegrini sobre papel se ve a los paisanos en sus quehaceres y en el frente del establecimiento se lee “Viva el chaleco colorado”.
Otras dos obras establecen un diálogo perfecto. Por una parte una escena rural de costumbres que evoca a varias parejas bailando un cielito a cielo abierto. Por la otra, una escena de interiores en un caserón de la clase alta, en el que los invitados bailan un minué. En un costado, aparece la criada negra, que espía a los señores bailando; pero lo que unifica socialmente a los señores y al personal doméstico es el mate, porque en casi todos, tanto la criada negra que espía como sus patrones aparecen mateando.
Manuela Aguirre de García con su hijo Manuel Rafael. Septiembre de 1832. |
Contrajo matrimonio con María Bevans Bright, hija del ingeniero hidráulico. En 1853 funda la Revista del Plata, publicación periódica sobre asuntos económicos, agropecuarios y culturales que funciona hasta 1855 y en la que aparecen retratos litográficos de Amado Bonpland, el general José María Paz, Pastor Obligado y otros.
Durante esta década se desempeña como miembro del Concejo Municipal y a partir de 1855 integra el Concejo de Instrucción Pública. Conjuntamente con Bartolomé Mitre, Dalmacio Vélez Sarsfield, Adolfo Alsina, José Mármol, Camilo Duteil y Carlos Tejedor funda el Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata. Durante los últimos años de su vida se ocupa como ingeniero y arquitecto. En este carácter se encarga de la edificación del antiguo Teatro Colón, inaugurado en 1857.
El mayor de sus cinco hijos, de nombre Carlos, quién formaba parte del corazón de la clase dirigente argentina, ocupó diversos cargos públicos. Fue diputado y senador nacional, ministro de guerra de los presidentes Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca, vicepresidente de Miguel Juárez Celman y cuando éste renuncia con motivo de la revolución de 1890, ejerce la presidencia de la Nación entre 1890 y 1892, en una transición que consistió primordialmente en “poner en orden” la economía y las finanzas del Estado, de acuerdo a los ideas que imperaban en la clase conservadora de la época. La historia oficial lo muestra a Pellegrini como un buen piloto de tormentas.
Manuel José García Ferreyra. Acuarela, propiedad de Alejo González Garaño. |
La reunión, efectuada en las salas del Ateneo, de 200 obras ejecutadas, mediante casi todos los procedimientos gráficos conocidos, no importa sólo una exhumación de la sociedad argentina de 1830 (aunque este hecho revista capital importancia para el historiador y el artista, por su carácter de fuente única de información respecto de una época resucitada de cuerpo entero, con su fisonomía propia, su indumentaria especialísima y su ambiente característico), sino que el autor, a la par de un duque de Saint-Simón escribiendo cada día en el silencio del gabinete las memorias íntimas de la Corte de Francia se revela retratista de raza. A tal punto, que una pena flota en nuestro espíritu al recorrer esta larga serie de retratos: la que su autor no haya abandonado todo lo demás, para dedicarse por entero y hasta sus últimos días a ese arte que fue su vocación, le dejó regular provecho, y hoy, más allá de la tumba ,viene a conquistarle merecido renombre.
Manuel José García, Juan José Viamonte y Tomás Guido. Tríptico, propiedad de Alejo González Garaño. |
Falleció en Buenos Aires, el 12 de octubre de 1875.
Fuentes:
Fabián Lebenglik, Suplemento Ñ del diario Página 12 ; www.todo-historia.net ; Charles H. Pellegrini y la sociedad argentina de 1830 en Recodos del Sendero por Eduardo Schiaffino, Editorial el Elefante Blanco, Buenos Aires 1999 y C.H. Pellegrini. Su obra, su vida, su tiempo. Amigos del Arte, Buenos Aires, 1946
2 comentarios:
Como siempre publica algunas perlas maravillosas. Felicitaciones!! Espero poder verlo nuevamente en algún momento. Saludos afectuosos. Sofía
Estima Pilar, muchas gracias por tu comentario. Quisiera tener más tiempo para compartir muchas otras historias de interés. Saludos cordiales.
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