EN EL PUEBLO DE ROZAS, VALLE DE SOBA, PROVINCIA DE SANTANDER, REGIÓN DE CANTABRIA, ESPAÑA.
Cuando al culminar el portillo de "Los Tornos" se divisa, desde Landías, la tierra de Soba, involuntariamente atrae la mirada un extenso grupo de casas, cuyos rojos tejados destacan entre el verde oscuro de los robles y castaños, el aterciopelado de sus praderías y la policromía de sus huertos y mieses, asentado en suave declive sobre una loma.
El pueblo de ROZAS, fue considerado durante siglos como la cabecera del Valle sobano y tronco de la dilatada estirpe que del pueblo tomó su nombre y cuna de muchos linajes con más de diez generaciones, que se encuentran en España y en América.
Aunque la capital del Valle es Veguilla, sede del Ayuntamiento, siempre ocupó Rozas, entre todos los pueblos del Muncipio, un lugar muy destacado. En lo que afecta a su vecindario, documentos antiguos de los siglos XV y XVI afirman que poblaban entonces el lugar y sus barrios una 200 familias, y sin remontarse tan lejos, el censo de 1930, que se custodia en el Archivo de la Casa Consistorial, arroja una población de 411 habitantes, incrementada aún en el último decenio y muy superior a la de todos los demás pueblos del Valle. Y respecto al número de edificios, si se exceptúa Valdició, donde hay numerosas cabañas de pasiegos, son Villar y Rozas los mejor dotados, figurando este último con un total de 86 edificaciones, la mayoría de tres plantas, y no pocas de ellas acondicionadas con arreglo a las necesidades del día.
Entre las casas de mayor importancia y más rancio abolengo, encontramos la Casa Solar de los Ezquerra de Rozas, contigua a la Iglesia de la que eran patronos sus Señores, y que en el lugar llamaban "El Palacio". La misma es nombrada en todas las ejecutorias resguardadas en las viejas Chancillerías y en varios otros documentos que se encuentra en archivos y bibliotecas. Dichos documentos se ocupen de ella y la describen "con su torre almenada, cava y barbacana". Hoy, con cerca de diez centurias pesando sobre sus muros, no es ni sombra de lo que fué.
Contigua por el saliente a esta antigua e histórica mansión y dentro del solar que la circundaba, construyó otra, a principios del siglo XVII, D. Domingo Ortíz de Rozas, primer Conde de Poblaciones, hijo preclaro del pueblo, de quien se darán detalles en uno de los capítulos siguientes. De severa arquitectura y con el blasonado escudo de armas de su fundador, que se conserva en perfecto estado entre los huecos del último piso, puede decirse que sólo ha quedado esta piedra heráldica como recuerdo histórico de los Ortíz de Rozas en su solar originario.
La descendencia de este linaje, profusamente extendida en América, perdió el dominio de la Casa y sus fincas patrimoniales, y actualmente pertenece a la familia de D. Manuel Pardo y Sáinz, quién la restauró al comprarla, respetando las líneas primitivas, pero suprimiendo algunos detalles característicos, como el señorial balcón de hierro forjado que adornaba la fachada principal, sobre la puerta de entrada.
Todavía existe, aunque dedicada a otros usos, la Ermita de la Soledad, con su casa contigua, propiedad hoy de D. Pedro Gutiérrez y Sáinz de Rozas, fundada por D. José Gómez Zorrilla, y en la que se conservan las armas conocidads de ese linaje, con su lema característico.
Y nada más de lo antiguo y tradicional, que tantas veces se cita en las informaciones de Órdenes Militares y en documentos nobiliarios. Ni de los Alonso de Lajarrota, García de la Llanila y otros linajes del pueblo, quedan los escudos descritos en tantos expedientes, ni la memoria de las casas que fundaron y habitaron. Y del solar primitivo de los Sáinz de los Terreros, igualmente desaparecido, aun conservo algún recuerdo personal, que detallaré mas adelante.
Fuentes: Ramón Sáinz de los Terreros, Notas genealógicas de un linaje del Valle de Soba: Ensayo de libro familiar. Editorial Saturnino Calleja, 1944.
Certificación expedida el cinco de agosto de 1737 por el escribano de Su Majestad don Antonio Zorrilla de Rozas ( Archivo Histórico Nacional de Madrid).
Cuando al culminar el portillo de "Los Tornos" se divisa, desde Landías, la tierra de Soba, involuntariamente atrae la mirada un extenso grupo de casas, cuyos rojos tejados destacan entre el verde oscuro de los robles y castaños, el aterciopelado de sus praderías y la policromía de sus huertos y mieses, asentado en suave declive sobre una loma.
El pueblo de ROZAS, fue considerado durante siglos como la cabecera del Valle sobano y tronco de la dilatada estirpe que del pueblo tomó su nombre y cuna de muchos linajes con más de diez generaciones, que se encuentran en España y en América.
Aunque la capital del Valle es Veguilla, sede del Ayuntamiento, siempre ocupó Rozas, entre todos los pueblos del Muncipio, un lugar muy destacado. En lo que afecta a su vecindario, documentos antiguos de los siglos XV y XVI afirman que poblaban entonces el lugar y sus barrios una 200 familias, y sin remontarse tan lejos, el censo de 1930, que se custodia en el Archivo de la Casa Consistorial, arroja una población de 411 habitantes, incrementada aún en el último decenio y muy superior a la de todos los demás pueblos del Valle. Y respecto al número de edificios, si se exceptúa Valdició, donde hay numerosas cabañas de pasiegos, son Villar y Rozas los mejor dotados, figurando este último con un total de 86 edificaciones, la mayoría de tres plantas, y no pocas de ellas acondicionadas con arreglo a las necesidades del día.
Entre las casas de mayor importancia y más rancio abolengo, encontramos la Casa Solar de los Ezquerra de Rozas, contigua a la Iglesia de la que eran patronos sus Señores, y que en el lugar llamaban "El Palacio". La misma es nombrada en todas las ejecutorias resguardadas en las viejas Chancillerías y en varios otros documentos que se encuentra en archivos y bibliotecas. Dichos documentos se ocupen de ella y la describen "con su torre almenada, cava y barbacana". Hoy, con cerca de diez centurias pesando sobre sus muros, no es ni sombra de lo que fué.
De la alta torre, edificada al Norte, con sus ventanas ojivales, que conoció, ya ruinosa, en su infancia, quién esto escribe, no queda el menor vestigio, y el "Palacio", con sus deterioros y derrumbamientos debidos a la acción del tiempo y la incuria de las últimas generaciones que lo habitaron, está convertido en una modesta vivienda de labradores; solo perduran, como indicios de pretéritas grandezas, y también en estado deplorable, las cercas del extenso solar, con sus cubos regularmente espaciados y la puerta, frontera a la Iglesia, con el ya borroso e indescifrable escudo de los Rozas, labrado en el dintel.
La descendencia de este linaje, profusamente extendida en América, perdió el dominio de la Casa y sus fincas patrimoniales, y actualmente pertenece a la familia de D. Manuel Pardo y Sáinz, quién la restauró al comprarla, respetando las líneas primitivas, pero suprimiendo algunos detalles característicos, como el señorial balcón de hierro forjado que adornaba la fachada principal, sobre la puerta de entrada.
Otra antigua residencia de abolengo, llamada la "Torre de Trueba", del Marqués de Posadillas, en cuyos muros se encontraban las armas familiares, adornadas con la encomienda de Santiago y que estaba situada en el Coterón, también ha desaparecido. La compró a su poseedor -que tenía asiento y sepultura en la Iglesia de San Miguel- el hermano del primer Conde de Poblaciones, D. Bartolomé Ortiz de Rozas -genearca de la familia Ortiz de Rozas de Argentina- y sobre sus derruidos cimientos se ha levantado la moderna residencia de los Señores Sáinz Trápaga y Pardo, encima de uno de cuyo huecos aun campean, como recuerdo de otros tiempos, los rozones y la lises de los Ortiz de Rozas.
En la iglesia parroquial de San Miguel, en su capilla Mayor al lado del Evangelio, dentro de la iglesia, se hallan las referidas armas en la parte del altar mayor en una silla de patronato de dicha iglesia.
Todavía existe, aunque dedicada a otros usos, la Ermita de la Soledad, con su casa contigua, propiedad hoy de D. Pedro Gutiérrez y Sáinz de Rozas, fundada por D. José Gómez Zorrilla, y en la que se conservan las armas conocidads de ese linaje, con su lema característico.
Y nada más de lo antiguo y tradicional, que tantas veces se cita en las informaciones de Órdenes Militares y en documentos nobiliarios. Ni de los Alonso de Lajarrota, García de la Llanila y otros linajes del pueblo, quedan los escudos descritos en tantos expedientes, ni la memoria de las casas que fundaron y habitaron. Y del solar primitivo de los Sáinz de los Terreros, igualmente desaparecido, aun conservo algún recuerdo personal, que detallaré mas adelante.
Fuentes: Ramón Sáinz de los Terreros, Notas genealógicas de un linaje del Valle de Soba: Ensayo de libro familiar. Editorial Saturnino Calleja, 1944.
Certificación expedida el cinco de agosto de 1737 por el escribano de Su Majestad don Antonio Zorrilla de Rozas ( Archivo Histórico Nacional de Madrid).
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