miércoles, 23 de diciembre de 2009
UN DIA COMO HOY, MORÍA EL GRAN ESCRITOR, DIPLOMATICO, MILITAR Y POLITICO, LUCIO V. MANSILLA
Lucio Victorio Mansilla (Buenos Aires, 23 de diciembre de 1831 - París, 8 de octubre de 1913) fue un General del Ejército Argentino, así también periodista, escritor, político y diplomático, autor del libro: "Una excursión a los indios ranqueles" , fruto de una recorrida que emprendió en 1867 por los toldos de estos pueblos originarios. Fue gobernador del Territorio Nacional del Gran Chaco entre 1878 y 1880.
Nació en una casa del barrio de San Telmo, edificada en la esquina de las calles Tacuarí y Potosí (hoy Alsina), conocida en la época colonial como "el presidio viejo", el 23 de Diciembre de 1831 (dia de Santa Victoria) siendo el hijo primogénito del General Lucio Norberto Mansilla (considerado héroe de la batalla de la Vuelta de Obligado) y de Agustina Ortiz de Rozas (hermana menor de Juan Manuel de Rosas), joven de 15 años a quien se llamaba la belleza de la federación.
Luego de pasar por varios colegios fue empleado en la firma familiar de Adolfo Mansilla y Cia. donde llevaba los libros de contabilidad. En esa época, a los 16 años se enamoró de Pepita, hija de inmigrantes franceses que era modista y trabajaba en una tienda de sombreros, en tanto su madre regenteaba un hotel de la calle San Martín. Junto con su enamorada planearon su fuga a Montevideo en una barcaza alquilada al efecto, pero por la infidencia de un amigo la maniobra fue descubierta, la joven internada en un convento y el don Juan confinado en la cárcel desde donde fue devuelto al seno familiar. Inútilmente trató de convencer a su madre de sus buenas intenciones pues ella exigió su disculpa y la entrega de la correspondencia y retrato de su novia, a lo cual se negó, motivo por el cual aquella decidió mandarlo a la estancia familiar sita en el "Rincón de López", desembocadura del Rio Salado en la Bahía de Samborombón, que administraba su tio Gervasio, desde la cual hizo una escapada hasta Chascomús, donde en la casa de su otro tío Prudencio, conoció y se enamoró de una de sus hijas, su prima hermana Catalina, con la cual luego se casaría.
Vuelto a Buenos Aires fue enviado a trabajar al saladero familiar sito en las cercanías de San Nicolás que estaba a cargo de su padre, donde vivía en la casa de este último sita en dicho pueblo. Allí entretenía sus ratos de ocio en la lectura de libros que extraía de la biblioteca paterna. Un día fue sorprendido por su progenitor leyendo el "Contrato social" de Rousseau, lo que determinó que su padre, temiendo que tales lecturas llegaran a oidos de su tío Juan Manuel poco afecto a aquellas inclinaciones decidió mandarlo en comisión con el objeto de adquirir mercaderías en un viaje a la India, países de Oriente y Europa donde conoció lugares exóticos para la epoca como Calcuta y Egipto, terminando su viaje en Londres y París.
Enterado del levantamiento de Urquiza contra su tío, y preocupado por la suerte de su familia, regresó al país luego de tres años de ausencia. En 1852 entró al ejército, militando entre los partidarios de la Confederación. Luego del derrocamiento de Rosas, como consecuencia de la batalla de Caseros emprendió otro viaje a Europa, en compañía de su padre y de su hermano Lucio Norberto, compartiendo parte del trayecto hasta Brasil con Sarmiento. De regreso, en agosto de 1852, renació el romance con su prima Catalina, con quien contrajo enlace el 18 de septiembre de 1853.
Un año después nacería su primer hijo, Andrés Pío. Promediando 1856, estaba dedicado al periodismo, pero un hecho acontecido en un teatro, donde insultó a viva voz al senador José Marmol, retándolo a duelo por una injuria vertida hacia su familia en la novela Amalia, terminó con el en la cárcel y fue penado con extradición. De modo que se radicó en la ciudad de Paraná — capital por entonces de la Confederación Argentina, de la cual el Estado de Buenos Aires se había separado — lo que significó alejarse de su familia. Realizó periodismo político y fue secretario de Salvador María del Carril; luego diputado por Santiago del Estero y secretario de la Convención Constituyente de 1860 llevada a cabo como consecuencia del tratado de San José de Flores, luego del triunfo de Urquiza en la batalla de Cepeda (1859), por el cual Buenos Aires se unía a la Confederación con la condición de revisar la Constitución de 1953 que se había realizado sin su participación.
Intervino en la Guerra del Paraguay; asistió a la batalla de Humaitá y a los combates de Estero Bellaco, Tuyutí, Boquerón y Sauce. Sufrió una herida en las lomas de Curupaytí. En 1868 alcanzó los grados de mayor y teniente coronel, y más adelante ascendió a coronel, gracias a su apoyo a la campaña a la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. En virtud de ello, pretendió que el sanjuanino lo nombrara ministro de guerra de su gabinete, pero éste no accedió y en cambio lo destinó al servicio de la frontera sur de Córdoba, bajo las ordenes del general Arredondo.
Al nombrársele comandante de las fronteras del sur de Córdoba se internó en el desierto acompañado de dos frailes franciscanos y con una pequeña escolta para tratar pacíficamente con los indios.
Como resultado de esta experiencia escribió su obra literaria mas conocida. Una excursión a los indios ranqueles.
A la vuelta de su expedición, que duró veinte días, en Villa Mercedes, Mansilla se encontró suspendido de su cargo por cuanto, procediendo sin consultar a su jefe, había ordenado el fusilamiento de un desertor reincidente, previo consejo de guerra sumarísimo. El presidente Sarmiento cerró el sumario poniéndolo en disponibilidad, con un apercibimiento en su foja de servicios.
Se dedicó entonces al periodismo, escribiendo artículos en los diarios de la época. Dos años después, su amigo Nicolás Avellaneda lo repuso en su cargo militar como Jefe de Estado Mayor en Córdoba y luego jefe de fronteras e intendente militar.
Fue luego diputado durante el gobierno de Julio Argentino Roca y cumplió luego misiones diplomáticas en el exterior. Hacia fines de 1895 falleció su mujer, Catalina, de lo cual se enteró meses mas tarde, pues se encontraba en misión en Niza. En 1896 se radicó en París, desde donde pidió su baja del ejército y dos años mas tarde publicó una biografía sobre su tío Juan Manuel de Rosas con el carácter de ensayo histórico-psicológico y luego dos ensayos políticos, "En vísperas" (1903) y "Un país sin ciudadanos" (1907) y mandaba colaboraciones para la prensa de Buenos Aires. Para entonces durante la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires (1871) ya había fallecido su padre y su hijo mayor y luego sus otros dos hijos corrieron la misma suerte a causa de distintas enfermedades.
Tenía 71 años cuando comenzó a redactar sus "Memorias", en las que recordaría episodios de su infancia y juventud, mientras seguía mandando desde París apostillas para El Diario de Buenos Aires. Hacia fines de 1898 en un breve viaje que hace a su país, conoce a Mónica Torromé, viuda de Huergo cuyo padre había instalado una firma comercial en Londres, donde contrae segundas nupcias el año siguiente para luego instalarse definitivamente en París, en 1902, luego de realizar varias misiones diplomáticas en otros puntos de Europa, funciones a las que renunció en dicho año. En sus últimos años estuvo aquejado de una incipiente ceguera,y falleció en aquella ciudad el 8 de Octubre de 1913.
Lucio V. Mansilla, además de militar fue escritor y periodista. Tal cual se ha indicado, la obra más conocida es, Una excursión a los indios ranqueles, que se publicó a modo de cartas que dirigía a su amigo Santiago Arcos, que por entonces residía en España y se publicaron en el diario de la época titulado La Tribuna entre el 20 de mayo y el 7 de setiembre de 1870. Contaba los detalles de su expedición y su encuentro con los capitanejos ranqueles y con el cacique Pagitruz Guor (hijo del gran cacique Paine que a su vez descendía de Yanquetruz), llamado también Mariano Rosas, por cuanto de joven había sido tomado prisionero y enviado a la "Estancia del Pino" propiedad de Juan Manuel de Rosas, donde aprendió las tareas del campo y allí fue bautizado con el apellido cristiano de su por entonces patrón y luego padrino, escapó posteriormente con otros indios jóvenes hacia sus tolderías, de las cuales llegaría a ser jefe a la muerte de su padre (otra versión poco probable recogida por Estanislao Zeballos sostiene que fue el propio Rosas el que lo envió a reencontrarse con su padre a cambio de que este a su vez le remitiera al refugiado unitario Manuel Baigorria, canje que nunca se concretó).
La travesía del Coronel Mansilla desde el fuerte Sarmiento, sobre la frontera que se había avanzado hasta el río Quinto, en Córdoba, se inició el 30 de marzo de 1870 teniendo como objetivo afianzar un tratado de paz que anteriormente había suscripto con los emisarios indios que el cacique mandara a la comandancia y que había sido corregido por Sarmiento, por entonces Presidente de la Nación. La comitiva se componía de dos sacerdotes franciscanos de la "propaganda fide", fray Marcos Donatti y Fray Moises Alvarez, cuatro oficiales subalternos y seis caballerizos, transportando en mulas cargueras los ornamentos religiosos, las provisiones y los regalos para los caciques y con ellos tomó el rumbo de las rastrilladas que surcaban la pampa en dirección hacia la "Laguna del Cuero" y mas allá Leubucó, capital del dominio ranquel en el que imperaba "Mariano Rosas" (Paghiturz Guor).
Mansilla definió con gran lucidez los caracteres y comportamientos de los ranqueles y de los cautivos y cautivas y describió las costumbres que imperaban en las tolderías por aquella época. De esta excursión que su propio protagonista calificó como "calaverada militar", dijo "prefiero la barbarie a la corrupción, como prefiero todo lo que es primitivo a lo que está ya empedernido y no es susceptible de variación. Tales son las ideas que han debido campear en mi primer tomo, hasta donde su carácter social y pintoresco lo haya permitido".
En otra etapa de su vida introdujo una forma nueva de literatura, que se caracterizó por el relato coloquial publicando en el diario "Sud América" relatos breves, anécdotas, conversaciones o diálogos que guardaba en su memoria, en su mayoría autobiográficos conocidos como las "causeries" (charlas) de los jueves".Entre esos recuerdos se encuentra el titulado "Los siete platos de arroz con leche", donde cuenta su encuentro con su tío Juan Manuel en su finca de Palermo luego de su primer viaje a Europa. Esas publicaciones fueron recogidas en 5 volúmenes editados entre 1889/90 que para una mejor comprensión tituló "Entre nos", llevando como subtítulo el indicado galicismo.Posteriormente la editorial Hachette reeditó las mismas en un tomo de su colección El Pasado Argentino que fue prologado por el escritor Juan Carlos Ghiano y vio la luz en 1963.-
Otra de sus obras "Retratos y recuerdos" refleja la descripción de 17 personajes históricos de su época que conoció personalmente la mayoría de ellos durante su exilio en Paraná. También intentó reflejar una crítica de la época de su tío Juan Manuel de Rosas en un estudio de tinte histórico-psicológico, que provocó algunas críticas desfavorables por su inexperiencia en ese tipo de ensayos.-
En su primera obra "De Aden Suez" narrra las peripecias de su primer viaje a tierras totalmente extrañas como el lejanno oriente que recorrió desde Calcuta hasta Egipto en compañía de un compañero de aventuras norteamericano, culminando el viaje en Londres y París.-
Su última obra fueron sus "Memorias" en las que solo llegó a reflejar su infancia y juventud y en la que recuerda con viva nostalgia esa época en el viejo Buenos Aires semi colonial que quería dejar de ser "gran aldea", cuyas características describe en forma detallada, sobre todo en el barrio de San Telmo que es donde tenía su domicilio.-
BIBLIOGRAFIA:
* De Adén a Suez (1855)
* Una excursión a los indios ranqueles (1870)
* Entre nos (causeries de los jueves) 5vol.(1889/90)
* Retratos y recuerdos (1894)
* Estudios morales o sea el diario de mi vida (1896)
* Rosas, ensayo histórico-psicológico (1898)
* Máximas y pensamientos (1904)
* Mis Memorias (1904)
Como siempre, para los que lo leimos, recomendamos releer alguna de sus obras, y para los más jovenes, les dejo la inquietud de descubrirlo.
Fuente: Secretaría de Prensa de la Provincia de Buenos Aires. Diego CARBONE.
martes, 1 de diciembre de 2009
Guillermo García-Mansilla y la virtud de la perseverancia
La perseverancia inteligente es una virtud que hay que cultivar. Recientemente Guillermo García-Mansilla, un querido miembro de nuestra gran familia viajó a San Martín de los Andes en compañía de unos amigos para escalar el Volcán Lanin y con esfuerzo y tesón alcanzaron su objetivo.
Camino a la cumbre del Volcán Lanin |
El refugio del Club Andino de Junín de los Andes se encuentra ubicado a 2600 metros y tiene capacidad para alojar a 14 personas; el otro refugio es el del Regimiento de Infantería de Montaña, sito a 2450 metros de altura y es apto para alojar a unos 20 aventureros. Allí se encuentra un libro en donde, preparándose para concretar el anhelo de hacer cumbre, podrán leerse las anécdotas, percepciones y experiencias de aquellos que ya cumplieron la meta.
Refugio del Club Andino de Junin de los Andes en el Volcán Lanin |
La nieve aún se halla dura, lo que facilita el uso de grampones. A partir de allí, lo más duro de la ascensión: 6 o 7 horas de trekking de montaña con los grampones sujetos a los borceguíes y las piquetas en las manos. El desafío se hace propio.
La prueba más difícil es cuando se arriba a la precumbre, desde donde se divisa la última media hora de la excursión, el momento más exigente. En la precumbre hay nieve. Ante la vista del caminante se erigen torres de hielo que inducen a transitar los últimos metros por la depresión a la izquierda. Al llegar a la cumbre la vista es incomparable y la sensación indescriptible: uno se encuentra a 3776 metros de altura.
martes, 24 de noviembre de 2009
CASA SOLARIEGA DE LOS GARCÍA-MANSILLA, EN CARANCEJA, PROVINCIA DE SANTANDER, REGION DE CANTABRIA, ESPAÑA.
En la caballeresca región de Santillana del Mar, junto al Puente San Miguel, se encuentra la pintoresca carretera que atraviesa Quijas; que lleva hacia la hermita y alto de San Benito, de donde pasada la peña de Barcenaciones baja a las mies del lugar de Caranceja.
El pueblo plantado en uno de los valles que formaban la antigua jurisdicción de la célebre abadia de Santillana; con sus mieses y huertas, su rio , sus viejas casonas, sus alquerias y en todas partes la herencia montañosa, se halla semidormido al pie de la colina que lo separa de La Busta.
En este lugar de usanzas bíblicas y de estirpe hidalga, hicieron su casa y asiento los hijosdalgo llamados García de Sobrecasa, vinculados estrechamente en la Montaña a los históricos recuerdos de que se halla impregnada la noble tierra que tuvieron como cuna. Caranceja con sus calles desiertas de corto vecindario, sus casonas solariegas, balcones y escudos, causa una grata impresión al viajero, que al volver a la tierra de sus mayores, descubre el caserío de piedras carcomidas y empañadas por el tiempo.
En la calle principal, el venerable palacio que en primer término se divisa, trae el recuerdo de pasadas generaciones. Un blasón de piedra, nos muestra el origen de dicha casa. Junta a la garza real y jaqueles, escudo de los García de Sobrecasa, vemos lises y besantes armas de la familia Bustamante.
Destruida la antigua torre de Quijano, por orden de Carlos V, años mas tarde, apaciguadas las turbulencias, fue edificada en su lugar la actual casa solariega a expensas de don Juan García de Sobrecasa, Bustamante y Quijano, descendiente de los antiguos dueños.
Llamada "la sobre-casa" y más tarde "palacio del Obispo", por vínculo de mayorazgo pasó a poder del Conde de Pernía, don Angel de Bustamante y García de Sobrecasa, Obispo de Palencia, de quién la heredó don Agustín del Rivero Bustamante y García de Sobrecasa, Caballero de Carlos III; muerto sin descendencia, volvió la casona a poder de los García de Sobrecasa, hasta don Esteban Juan García de Sobrecasa y Guerra, padre del Coronel de Ingenieros don Pedro Andrés García, célebre combatiente de las invasiones inglesas y progenitor de los García-Mansilla de Buenos Aires.
La edificación de esta casa, erigida en el Siglo XVII, de sencilla fachada y señorial portada es de estilo barroco, acusando en algunos detalles la influencia románica.
Llamada "la sobre-casa" y más tarde "palacio del Obispo", por vínculo de mayorazgo pasó a poder del Conde de Pernía, don Angel de Bustamante y García de Sobrecasa, Obispo de Palencia, de quién la heredó don Agustín del Rivero Bustamante y García de Sobrecasa, Caballero de Carlos III; muerto sin descendencia, volvió la casona a poder de los García de Sobrecasa, hasta don Esteban Juan García de Sobrecasa y Guerra, padre del Coronel de Ingenieros don Pedro Andrés García, célebre combatiente de las invasiones inglesas y progenitor de los García-Mansilla de Buenos Aires.
La edificación de esta casa, erigida en el Siglo XVII, de sencilla fachada y señorial portada es de estilo barroco, acusando en algunos detalles la influencia románica.
En la iglesia cercana poseen una capilla de hermoso estilo, que con honores de capellanía ( Cédula Real de Fernando VI) sirvió de enterramientos a los García de Sobrecasa y los Bustamante.
Tal es, la historia a grandes rasgos de esta antigua casa, con sus muros desportillados, sus rejas y balconadas herrumbrosas, sus aleros y portadas vetustas coronadas por por pétreos escudos, que son, en el relieve de la piedra, como cicatrices heroicas.
Fuentes:
* Los hijosdalgo montañeses García de Sobrecasa. Una rama de los García de Saavedra. Presbítero Mateo de Escagedo Salmón. Torrelavega, Santander, España,1936
* Casas solariegas. Martín de Cléves. Revista Plus Ultra.Buenos Aires 1934.
* Fotografías de Santiago García-Mansilla de Zavalía. Año 2005.
viernes, 20 de noviembre de 2009
JUAN MANUEL de ROSAS y LA DEFENSA DE LA SOBERANÍA
Al conmemorarse hoy, un nuevo aniversario del día de la Soberanía, he querido recordar, la conferencia que diera nuestro primo Alberto Gelly Cantilo Mantilla, Presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas", en el histórico Regimiento de Granaderos a Caballo, para referirse a este hecho glorioso.
En 1838 Francia impone el bloqueo a la Confederación Argentina manifestando su intención de “infligir a la invencible Buenos Aires un castigo ejemplar que será una lección saludable a todos los demás Estados Americanos”.
Es el momento de su expansión imperialista que se había iniciado años antes con la conquista de Argelia, la intervención en Tahití y en Egipto y se había extendido al nuevo mundo con el bloqueo del puerto de Veracruz y la destrucción del fuerte de San Juan de Ulúa en Méjico y las presiones sobre Chile, Ecuador y Venezuela.
Los resultados del bloqueo eran tremendamente ruinosos y se hicieron sentir fuertemente. Perjudicaban a nuestros pueblos que no podían embarcar sus cueros, crines y carnes; los saladeros y fábricas de aceite debieron cerrar o disminuir su trabajo; faltó la leña que venía por los ríos o en buques; faltaban productos y alimentos europeos.
Sin embargo en nuestra patria aparece la palabra “soberanía”. Pese a las penurias el pueblo comprende este concepto nuevo. Una patria que no se hiciese respetar no era una patria. La patria eran ellos, sus hijos, algo concreto que todos comprendían y sentían.
Indignado por la conducta de los franceses, San Martín desde Grand Bourg, escribe a Rosas por primera vez. Después de explicarle las persecuciones sufridas que le obligaron a exilarse en 1824 y su deseo de no mezclarse en la guerra civil en 1829 que le hiciera volver a Europa sin desembarcar, señala: "He visto en los papeles públicos de ésta el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país. Ignoro los resultados de esta medida. Si son los de la guerra yo sé lo que mi deber me impone como americano... si usted me cree de alguna utilidad espero sus órdenes. Tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a mi patria honradamente en cualquier clase que se me destine".
En 1839 el Libertador escribe a Rosas: “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria a una condición peor que la que sufrimos en tiempo de la dominación española. Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
Los franceses se apoderan de la isla Martín García defendida por una pequeña guarnición de 110 hombres mandada por el Teniente Coronel Jerónimo Costa, apoyada en una batería de 4 cañones a cargo del mayor Juan Bautista Thorne.
Amparados por el fuego de los 40 cañones de su escuadra, desembarcan 450 soldados enemigos que vencieron la enérgica resistencia argentina. Costa entregó su espada al jefe francés quién se la devolvió por su heroísmo ya que habían muerto la mitad de sus soldados y él mismo había sido herido. En tanto, con el transcurso de los meses, el bloqueo era burlado mediante las balleneras, pequeños botes a vela, rápidos y de escaso calado que se deslizaban por los bancos del río y evitaban las fragatas y las corbetas de la poderosa escuadra del Almirante Leblanc, ancladas en los canales. Su capacidad de carga era escasa, pero la suplían ampliamente con su gran número. Se encontraban en Punta Indio, en la desembocadura del Salado y en el Tuyú. El 9 de Mayo de 1839 es atacada Atalaya cerca de Magdalena donde desembarcan 500 marineros franceses que entran en combate con la pequeña guarnición a cargo del Mayor Miguel Valle, destruyendo las mercaderías, incendiando los depósitos y embarcaciones.
Finalmente los sitiadores viendo la inutilidad de sus esfuerzos - al no poder doblegar a nuestro pueblo - deben firmar el Tratado Arana-Mackau el 29 de Octubre de 1840 que pone fin a las hostilidades y la escuadra francesa saluda a la bandera argentina con 21 cañonazos, poniendo fin al bloqueo que había durado 30 meses. Sin embargo entusiasmadas por el éxito de uso de la fuerza en Asia y por la guerra contra China de 1840 a 1842, se intenta una nueva agresión, esta vez anglo-francesa con las escuadras más modernas y mejor armadas del momento.
Se produce la Guerra del Paraná donde el 20 de Noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado el río fue cruzado con gruesas cadenas y defendido por baterías al mando de Eduardo Brown, el hijo del almirante y por Thorne, junto con el Regimiento Patricios y las milicias de Facundo Quiroga, el hijo del Tigre de los Llanos. Se lucha desde bien temprano y a las tres de la tarde apenas quedaban municiones. Thorne a las cinco de la tarde hace su último disparo siendo volteado por una granada enemiga.
"No ha sido nada" dice al levantarse, pero ha quedado sordo para siempre. Cerca de las seis desembarcan los infantes de marina franceses que son repelidos por los defensores con armas blancas. Su jefe el General Lucio Norberto Mansilla al frente del Regimiento de Patricios, de las milicias de San Nicolás y del batallón del Norte carga a bayoneta consiguiendo arrollar a los ingleses corriéndolos hasta sus botes, pero es herido por un casco de metralla.
Se sigue combatiendo hasta las ocho de la noche y finalmente son rechazados debiendo volver a sus buques.
El campo estaba sembrado de cadáveres y heridos graves. Los cañones estaban destruidos e inservibles. La bandera de guerra no cayó en su poder porque quedó destruida por el fuego, pero tuvimos 250 muertos y 400 heridos.
Los anglofranceses debieron quedarse en Obligado 40 días para reparar sus buques. Jamás habían supuesto una resistencia.
Las dos escuadras más poderosas del mundo no pudieron desembarcar en ningún punto de la costa argentina sin recibir un fuerte escarmiento.
La navegación de los ríos interiores era para los invasores un riesgo permanente, pues desde las costas recibían metralla desde los puntos más inesperados.
Al cruzar frente a Obligado con sólo la mitad de los buques fueron nuevamente atacados por Thorne con pequeños cañones llevados a cincha de caballo y debieron desembarcar 300 infantes de marina para atacar a esa artillería volante y a los 50 lanceros de caballería que la protegían.
Mansilla ya restablecido los ataca desde las barrancas de Tonelero a la altura de Ramallo y Acevedo a la altura de San Nicolás.
Al pasar por San Lorenzo ocho cañones ocultos en la maleza causan grandes daños a la escuadra en un feroz ataque que duró cuatro horas. En su parte Mansilla se muestra orgulloso de haber combatido en el mismo paraje regado por la sangre de los granaderos de San Martín.
La intervención anglofrancesa fue un fracaso y al regresar fueron repetidamente atacados en el Quebracho, situado a una legua al norte de San Lorenzo donde la barranca es alta y el río se angosta. El 4 de junio Mansilla con tres baterías con 17 cañones al grito de “¡Viva la soberana independencia nacional!”, atacó a la escuadra desde las 11 de la mañana hasta las dos de la tarde con un fuego intenso que les causó más muertos que en Obligado. Los argentinos apenas tuvieron un muerto y cuatro heridos, entre ellos nuevamente el bravo Thorne.
Finalmente el Tratado Arana-Southern desde 24 de Noviembre de 1849 pone fin a la intervención extranjera.
José de San Martín en la cláusula tercera de su testamento estableció: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la república frente a las injustas pretensiones extranjeras que trataban de humillarla".
Recordar los fuertes lazos que el amor a la patria y la defensa de nuestro territorio unieran a San Martín y Rosas a partir de 1838 y años subsiguientes implica un compromiso ciudadano.
Por ello cuando el Doctor Adolfo P. Carranza funda el Museo Histórico Nacional le solicita a Manuelita Rosas la donación del sable corvo que acompañara al Libertador de América y que su padre Don Juan Manuel conservara hasta su muerte en el cofre original en cuya tapa había una chapa de bronce en la que estaba escrita la citada cláusula 38 como el reconocimiento del más grande de los argentinos.
Manuelita y su esposo Máximo Terrero deciden acceder al pedido y donar el sable al pueblo argentino, para lo cual encomiendan a Juan Manuel Ortiz de Rozas, el nieto del Restaurador, que lo traiga y lo entregue al Presidente de la República Argentina, el Doctor José Evaristo Uriburu. Ese símbolo de gloria, de soberanía y de libertad pertenece hoy a todos los argentinos y se encuentra dignamente custodiado en este Regimiento de Granaderos a Caballo que fundara el General San Martín.
El sable, la espada, es símbolo de los valores esenciales de la vida militar, del pasado heroico y de lo que debemos ser.
Representa un estilo de vida digno y austero propio de hombres viriles y auténticos. Nos recuerda a nuestros próceres luchando contra las invasiones inglesas en la Reconquista y la Defensa de 1806 y 1807, a los guerreros de la independencia, a los soldados de los ejércitos libertadores, a los gauchos, a los combatientes de Malvinas, a todos los que luchan por la dignidad.
El Ejército Argentino orgulloso de nuestro pasado histórico ha impuesto el 26 de Noviembre de 2007 el nombre de Juan Manuel de Rosas a la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos, de Gerónimo Costa al Regimiento de Infantería Mecanizado 24 y de Juan Bautista Thorne al Grupo de Artillería Blindada 11 de dicha brigada.
Se trata del reconocimiento a los protagonistas de una lucha honrosa que expresaron un rostro de la patria que merece respeto y consideración. Fueron hombres de su tiempo con todas las virtudes de esa época valiente.
He tenido el alto honor y el gran privilegio de integrar la comitiva que acompañó al Señor Jefe del Estado Mayor General del Ejército a esas lejanas tierras de nuestra Patagonia donde se realizaron las ceremonias de imposición de nombre histórico y cambio de la Bandera Nacional de Guerra, así como a la colocación de la piedra fundamental de los nuevos cuarteles en la Guarnición de Ejército Piedrabuena y a la formación por el 25 aniversario de la Gesta de Malvinas.
Con profunda emoción fui testigo presencial y directo de una de las páginas más trascendentales de nuestra historia puesto que se rindió un solemne reconocimiento a aquellos próceres que tantos servicios habían prestado a la patria.
Fuente:
GELLY CANTILO, Alberto, “Juan Manuel de Rosas y la defensa de la soberanía”. Conferencia pronunciada el 2 de abril de 2008 en el Regimiento de Granaderos a Caballo. Publicado por Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.
NOTA: Alberto Gelly Cantilo Mantilla, es nieto de Agustina Julia García-Mansilla y como todos nosotros descendiente directo de Lucio Norberto Mansilla, padre de nuestra tatarabuela Eduarda Mansilla.
sábado, 14 de noviembre de 2009
Fermín Silveyra, vivirás eternamente entre nosotros.
Fermín Silveyra, querido cuñado, mi querido "Flaco". Nunca imaginé que la vida me deparara el ingrato deber de recordar tu paso por este mundo. Es injusto, tú eras mucho menor que yo y lo natural era lo contrario. La inesperada enfermedad y tu rápida partida nos brindaron la oportunidad de apreciar en toda su magnitud tu extraordinaria personalidad y la enorme dignidad que mostraste ante la adversidad y su seguro mal desenlace.
Aún resuenan en mi mente tus palabras, cuando te dije desde Córdoba, dos días antes de tu partida: “Flaquito, qué te puedo decir que no sepas”. Me contestaste: “Nada Manolito, ya está todo dicho”.
A lo largo de la historia, hemos visto cual es la reacción de los hombres cuando llega el momento de la verdad. Hay quienes lloran, otros imploran, otros gritan, otros blasfeman, pero solo aquellos que tienen paz interior y tranquilidad de conciencia pueden esperar el último momento de sus vidas con la serenidad del deber cumplido. Si ello se complementa, como en tu caso, con una gran fe y la comprensión de la misión que tenemos en este mundo, tengo la seguridad que, luego de tu último aliento en este mundo terrenal, habrás despertado en la eternidad del Reino de Dios.
Junto a mi hermana María Eugenia -Pupy- sembraron, en campo fértil, retoños sólidos en principios y valores, alimento esencial para la formación de los hijos. Pocos días antes de partir, les hablaste y les recordaste todas tus enseñanzas, brindándoles una guía para desempeñarse en la vida futura, vos no estarás físicamente a su lado, pero ellos recordarán tus palabras con respeto y cariño y nada hará que olviden las mismas.
Eras una rara mezcla de porteño y hombre de campo. Tu natural sencillez y tu estampa distinguida exaltaban un señorío propio de quienes saben de donde provienen y comprenden a donde van.
Fuiste un hombre de honor, bien nacido y enseñado, y más allá de tu predisposición a las humoradas, te tomaste la vida en serio y transitaste por ella con la verdad como norte y una gran honestidad intelectual. Como la mayoría de los seres humanos, tuviste altos y bajos, felicidades y tristezas, pero siempre te preocupaste por ser fiel contigo mismo.
Amigo de los amigos, generoso, ocurrente, no se te conoció un mal modo o un agravio que pudiera lastimar innecesariamente. Tu compañía era un verdadero deleite, sabías escuchar, lo que no te privaba de expresar tus ideas con firmeza y una natural vehemencia, inspirada en la fuerza de tus convicciones.
Pasaste por este mundo con la humildad y la entereza de los grandes hombres, que saben vencer sus pasiones, que no envidian las cosas frívolas y superfluas y que comprenden que la verdadera felicidad es aquella que aún sin tener nada se puede tener todo.
Quiero concluir mi homenaje, recordando al gran poeta peruano Ricardo Palma, quién al retratar la muerte nos decía:
No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de su tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía.
No son los muertos, no,
los que reciben rayos de luz en sus despojos yertos,
los que mueren con honra son los vivos,
los que viven sin honra son los muertos,
La vida es el honor, es el recuerdo.
Por eso hay muertos que en el mundo viven,
y hombres que viven en el mundo muertos.
Ten la seguridad que siempre estarás vivo entre nosotros, por tu caballerosidad, por tu sencillez, por tu grandeza como hombre, por la felicidad que generaste en nuestra familia, por tu calidez como padre, por todo ello y muchísimo más tendrás siempre una llama encendida entre nosotros. Hasta siempre Flaco querido.
martes, 10 de noviembre de 2009
Manuel José García. Primer financista de la Independencia y primer ministro de Hacienda de la Argentina.
“Tener
el coraje de decir la verdad supone más valor moral que el de hacerse matar en
los campos de batalla”
(Carta de don Manuel Rafael García Aguirre, hijo único de Manuel José García, ministro argentino en Londres, dirigida al doctor Adolfo Saldías, el 15 de octubre de 1881)
Poco divulgada ha sido hasta hoy la obra económica y administrativa del Dr. Don Manuel José García a quién puede calificarse como el primer financista de la Independencia y el primer ministro de Hacienda de aquella época laboriosísima de l organización social argentina. Toda la obra creadora de García abarca desde los años 1821 a 1827 y puede decirse que su labor orgánica, ha sido acertada y admirable, no sólo por su fuerza efectiva traducida en la creación de instituciones, sino también por las altas concepciones que revelaba su pensamiento económico. Organizar la hacienda y crear bancos, como lo hizo, era indudablemente una tarea que exigía el esfuerzo de una voluntad tesonera, en un medio en que eran desconocidas en absoluto las ventajas que proporciona el crédito y en que la producción no había salido aún de la crianza de ganados en forma nómade y primitiva.
Manuel José García, como tantos otros varones de la Independencia, no fue militar, solo participó al mando de una compañía durante las Invasiones Inglesas y por su valor fue ascendido a Teniente Coronel. Su labor fecunda y alta, no ha quedado por eso mismo reflejada en forma resonante en nuestros textos históricos, inspirados en su mayoría en los episodios guerreros. Por el contrario, algunos historiadores, solo lo recuerdan como el firmante del acuerdo preliminar de paz con el entonces Imperio del Brasil, cometiendo una gran injusticia porque no se puede limitar el gran trabajo de García a una acción puntual por mas equivocada que algunos la consideren.
La labor de pensadores ilustres que tienen prestados muy nobles servicios a la causa nacional, yace olvidada en viejas gacetas o en diarios de sesiones de la época. Reeditarla y divulgarla es un acto de justicia histórica y arrancar de un injusto olvido a los patriotas civiles que con el pensamiento y la palabra escrita, secundaron a la espada para edificar la base de la nacionalidad argentina. Don Manuel José García, artífice de las finanzas en el alborear de nuestra nacionalidad, inspirador y creador del Banco Nacional y economista que sintió alto y hondo todos los problemas de su tiempo, bien merece se ponga de relieve su grande y acertada obra de organizador y pensador.
lunes, 19 de octubre de 2009
Homenaje a Manuel Florencio Mantilla.
El vicegobernador de Corrientes, Rubén Pruyas recibió en su despacho al Prefecto de Zona Paraná Superior y Paraguay, Prefecto Mayor José Alberto Martínez y al Prefecto Principal Juan Pedro Schumacher.
El vicegobernador de Corrientes, Rubén Pruyas recibió en su despacho al Prefecto de Zona Paraná Superior y Paraguay, Prefecto Mayor José Alberto Martínez y al Prefecto Principal Juan Pedro Schumacher, quienes personalmente invitaron al funcionario porvincial a actos conmemorativos en el Centenario del fallecimiento del prócer correntino, el ex legislador, doctor Manuel Florencio Mantilla, ejecutante de la Ley 3445, que da cuerpo legal a la Prefectura Naval Argentina.
Además de la invitación por parte de los representantes de Prefectura Naval, el Presidente de la Cámara de Senadores dio un presente a los mismos, en el que se declara de interés legislativos los actos protocolares a realizarse en conmemoración del fallecimiento del prócer correntino.
El Prefecto Mayor informó que los actos principales se llevarán a cabo en la provincia de Corrientes, tanto en capital correntina como en la ciudad de Saladas, y también en Buenos Aires. En la ciudad de Corrientes, los actos están previstos realizarse el 21 de octubre, a las 18 en la Plaza de Armas de la Prefectura con un carácter “puramente prefecturiano” con todas las dependencias jurisdiccionales del NEA, la Policía de la Provincia y el cuerpo de Bomberos. En tanto en la noche se realizará una velada en el Teatro Vera con la Banda Sinfónica de la Prefectura
Martes 20 de Octubre. 21 horas. Círculo de Suboficiales PNA, avenida España 1.239. Jornada Cultural en homenaje al ex Senador Nacional.
Fuente: Viernes, 16 de Octubre de 2009. www.mercedeshoy.com |
Manuel Florencio Mantilla y el homenaje de la Prefectura Naval Argentina en el centenario de su muerte.
La Prefectura Naval Argentina, llevará a cabo una serie de “Ceremonias Conmemorativas al Centenario del Fallecimiento del Diputado Dr. Manuel Florencio Mantilla ” las que se llevarán a cabo en la Provincia de Corrientes y en la Ciudad de Buenos Aires.
El cronograma de los actos es el siguiente:
* 17 de octubre - 09.30 hs.
Casa natal del Diputado Dr. Manuel Florencio Mantilla, actual Museo Histórico de Saladas (Corrientes) donde se procederá a colocar una placa recordatoria en el Monolito emplazado en dicho museo y posterior desfile.-
* 21 de octubre - 18.00 hs. Prefectura de Zona Paraná Superior y Paraguay sita en Av. Costanera Gral. San Martín Nº 1158, donde se procederá a colocar una placa recordatoria, Ofrenda Floral al pie del Busto y posterior desfile.-
* 21 de octubre - 21.00 hs.
Concierto de la Banda de Música en el Teatro Oficial Juan de Vera, sito en la calle San Juan Nº 637, Prov. de Corrientes.
* 27 de octubre – 09.00 hs. Cementerio La Recoleta, se descubrirá un busto del Dip. Florencio Mantilla ubicado en el interior de la Bóveda y colocación de Ofrenda Floral.
* 27 de octubre – 11.00 hs
Cabecera sur del Dique Nº4 de Puerto Madero, intersección de las Avenidas Alicia Moreau de Justo y Macacha Güemes, donde amarrara el GC-24 “Mantilla, los descendientes harán entrega de un Busto de bronce al Capitán del Guardacostas y al Director del Museo de la Institución para su custodia el Diploma de “Despacho y Juramento de Ley como Senador por la Provincia de Corrientes del 02/05/1898”.
Presidirá las ceremonias el Sr. Prefecto Nacional Naval Oscar Adolfo Arce.
Invitamos a todos sus descendientes a concurrir a dichos actos y acompañar a los miembros de la Prefectura Naval Argentina, que lo honran no solo por su condición de fundador de dicha fuerza naval, sino también por sus condiciones de hombre público.
sábado, 17 de octubre de 2009
MANUEL FLORENCIO MANTILLA. Centenario de su muerte.
Por Manuel Rafael García-Mansilla
La gloria de un país está cimentada en la vida y obra de sus hombres virtuosos. Su prosperidad dependerá de cuanto esté dispuesto a seguir el ejemplo de las acciones de esos hombres. Este año al conmemorarse los cien años de su muerte, queremos honrar a quién, quizás, sea el más preclaro hombre público que dió la Provincia de Corrientes: El Doctor Manuel Florencio Mantilla, quién con sus sanos ideales y su clara inteligencia, contribuyó a enaltecer la cultura tradicional de nuestro suelo correntino.
Nació en Saladas, un 25 de julio de 1853 y, como dijera Mariano J. Drago ante su tumba, nacer en momentos en que nuestros constituyentes aprobaban el inmortal legado de la constitución de 1853, que declara los derechos naturales del hombre, la división de poderes, la igualdad ante la ley, la propiedad inviolable, la libertad de palabra y de prensa, en suma, las conquistas por las que había vertido sangre lo mejor de su pueblo en los años luctuosos que precedieron a nuestra formación como república, fue un presagio de lo que fue una vida consagrada al bien público.
Sus padres, don Juan Ramón Mantilla y Avelina Benítez de Arriola cuya estirpe entroncaba con antiguas familias de la época colonial, le brindaron la savia necesaria para compenetrarse de la tradición histórica que brindó tantas glorias y demandó tantos sacrificios a su tierra nativa.
Recibió su primera educación en las escuelas de su provincia natal; primero en Mercedes y luego en la ciudad de Corrientes, donde concluyó sus estudios primarios en la Escuela del Convento de San Francisco. Prosiguió su formación bajo el cuidado de los padres jesuitas en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fé. Mas tarde pasó a la Universidad de la ciudad de Buenos Aires a cursar jurisprudencia, donde terminó su carrera en 1873, cuando recién cumplía 20 años. En mérito a sus sobresalientes calificaciones, la facultad le concedió el más alto galardón al que podía aspirar un alumno: la impresión de su tesis que versó sobre: “Tración a la patria”.
De regreso a su provincia, se inicia en el periodismo formando parte del cuerpo de redactores del órgano del partido liberal “El Argos”, que desde Corrientes impulsaba la candidatura de Nicolás Avellaneda. Después fundó el periódico “La Libertad” - un 9 de julio de 1877- , voz incansable a favor de las libertades públicas. Al mismo tiempo, colaboró en: “La Revista Universitaria de Buenos Aires”; “El Orden”, “El Constitucional” y “La Campaña de Corrientes”; en “La Nación”, “La Tribuna” y “La Bandera Liberal de Buenos Aires”; en “Las Cadenas y la Patria de Corrientes”; en “El Sudamericano” y en la “Revista Nacional”, entre muchos otros.
Durante sus primeros años de vida pública, ocupó diversos cargos tales como Fiscal de Estado, Asesor Municipal, Ministro de Gobierno - a los 25 años de edad - y Ministro General de Gobierno, promoviendo acciones de singular relevancia. En su accionar se destacaba por su independencia de carácter, su entereza cívica, su competencia, su vocación al trabajo y su proverbial honradez.
Supo descollar en el poder legislativo al que ingresó electo en 1880, por sus convicciones, su encendida y culta oratoria, su fervor patriótico y su condición de republicano insigne. Sobresalió en sus comienzos como legislador en la Cámara de Diputados de la Nación, participando en debates de singular importancia para el futuro de su país, concitando el respeto de sus pares, entre los que se encontraban hombres de la talla de Indalecio Gómez, Leandro N. Alem, Emilio Mitre y muchos otros calificados hombres de nuestro pasado histórico.
Luego como Senador Nacional, en la ilustre compañía de Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini, Bernardo de Irigoyen, Joaquín V. González y Miguel Cané, reafirmó su fama por su erudición sobre los temas tratados, por la profundidad de su pensamiento y por su vastísima cultura. Ello sin dejar de recordar que fue un brillante orador y un polemista de nota. Su estilo clásico impresionaba profundamente a sus pares.
Es que ese insigne orador como nos señala Angel Acuña, su biógrafo más destacado, leía a Homero y Virgilio en su propio idioma y era devoto absoluto de los “Pensamientos” de Marco Aurelio y para su especialidad parlamentaria, el derecho constitucional, abrevaba de las fuentes de los constitucionalistas norteamericanos, en los que se inspiraron nuestros constituyentes en 1853, para plasmar su ideario en nuestra Constitución Nacional. Juan Balestra, al recordarlo nos decía: “Mantilla era un constitucionalista formidable, acaso el que mejor exponía la materia en debates parlamentarios”.
Sus iniciativas y comisiones fueron muchas, entre las que podemos recordar: la ley Nº 3445, de creación de la hoy denominada Prefectura Naval Argentina, institución que lo honra llevando su nombre en el buque insignia de dicha fuerza naval - "GC 24 Mantilla" - su defensa acérrima de las autonomías provinciales, su lucha por los derechos inalienables a los que jamás deben renunciar las provincias y muchas otras. Por eso, Alfredo L. Palacios, en uno de sus elocuentes discursos, se refirió a: “Mantilla, el gran senador federalista”.
Su actividad intelectual fue vasta. Organizó el Museo Histórico; se vinculó a la Facultad de Filosofía y Letras, desde su fundación en 1896, brindándole su apoyo hasta el día de su muerte; fue miembro fundador de la Junta de Historia y Numismática; miembro del Instituto Geográfico Militar; Sub-Director del Archivo Nacional, etc.
Como historiador e investigador escribió variadas obras, entre las que podemos destacar: “Narraciones”; “La ciudad de Vera”;“Estudios biográficos sobre patriotas correntinos”; “Páginas históricas” y su obra cumbre “Crónica Histórica de la Provincia de Corrientes”. Dejó también algunas obras inéditas como “Historia de los Regimientos Argentinos”. Su pluma incansable nos dejó también, un sinúmero de artículos, que se hallan esparcidos en revistas, periódicos y diarios.
También supo inmolarse por sus convicciones. Conoció la proscripción desde 1880 a 1882. Sufrió la cárcel en varias oportunidades por razones políticas. Sin embargo, su ánimo no decayó: por el contrario, se templó y lo llevó a decir en el Senado: “jamás caminé de rodillas ante los hombres”.
Su concepción del honor y sus virtudes cívicas, están reflejadas en toda su magnitud, en un hecho que le tocó vivir en el año 1905 con su maestro y amigo el entonces Presidente de la Nación, Dr. Manuel Quintana.
“De manera que, según usted, le respondió el doctor Mantilla, ante su firma debemos inclinarnos siempre, pasando por todo, haciendo caso omiso de nuestras ideas, de nuestra conciencia, de nuestra tradición? […] Su firma vale mucho, sin duda; pero yo hombre, yo senador, tengo ideas, tengo convicción, tengo voluntad propia, y por ellas me dirijo; puedo declinar de ellas por deferencia al amigo, algunas veces, dentro de un margen de discreta tolerancia; pero no soy ni seré de los que digan a todo amén porque lleve al pie la firma de Manuel Quintana. Y si no fuese así, Usted no me apreciaría de verdad, no me tendría en el concepto de un hombre digno y de autoridad”.
Que vigencia tienen estas palabras, cuan necesario es que nuestros hombres públicos se inspiren en estas conductas, que importancia tiene para el porvenir de nuestra patria rescatar a estos hombres que nos han dejado un camino a transitar basado en ideales y firmes convicciones.
Por ello, hemos querido comenzar hoy, recordando a este dilecto hijo de nuestra tierra correntina, que nutrió su espíritu con las virtudes de su noble cuna y que nos dejó un legado imperecedero que debemos honrar.
La gloria de un país está cimentada en la vida y obra de sus hombres virtuosos. Su prosperidad dependerá de cuanto esté dispuesto a seguir el ejemplo de las acciones de esos hombres. Este año al conmemorarse los cien años de su muerte, queremos honrar a quién, quizás, sea el más preclaro hombre público que dió la Provincia de Corrientes: El Doctor Manuel Florencio Mantilla, quién con sus sanos ideales y su clara inteligencia, contribuyó a enaltecer la cultura tradicional de nuestro suelo correntino.
Nació en Saladas, un 25 de julio de 1853 y, como dijera Mariano J. Drago ante su tumba, nacer en momentos en que nuestros constituyentes aprobaban el inmortal legado de la constitución de 1853, que declara los derechos naturales del hombre, la división de poderes, la igualdad ante la ley, la propiedad inviolable, la libertad de palabra y de prensa, en suma, las conquistas por las que había vertido sangre lo mejor de su pueblo en los años luctuosos que precedieron a nuestra formación como república, fue un presagio de lo que fue una vida consagrada al bien público.
Sus padres, don Juan Ramón Mantilla y Avelina Benítez de Arriola cuya estirpe entroncaba con antiguas familias de la época colonial, le brindaron la savia necesaria para compenetrarse de la tradición histórica que brindó tantas glorias y demandó tantos sacrificios a su tierra nativa.
Recibió su primera educación en las escuelas de su provincia natal; primero en Mercedes y luego en la ciudad de Corrientes, donde concluyó sus estudios primarios en la Escuela del Convento de San Francisco. Prosiguió su formación bajo el cuidado de los padres jesuitas en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fé. Mas tarde pasó a la Universidad de la ciudad de Buenos Aires a cursar jurisprudencia, donde terminó su carrera en 1873, cuando recién cumplía 20 años. En mérito a sus sobresalientes calificaciones, la facultad le concedió el más alto galardón al que podía aspirar un alumno: la impresión de su tesis que versó sobre: “Tración a la patria”.
De regreso a su provincia, se inicia en el periodismo formando parte del cuerpo de redactores del órgano del partido liberal “El Argos”, que desde Corrientes impulsaba la candidatura de Nicolás Avellaneda. Después fundó el periódico “La Libertad” - un 9 de julio de 1877- , voz incansable a favor de las libertades públicas. Al mismo tiempo, colaboró en: “La Revista Universitaria de Buenos Aires”; “El Orden”, “El Constitucional” y “La Campaña de Corrientes”; en “La Nación”, “La Tribuna” y “La Bandera Liberal de Buenos Aires”; en “Las Cadenas y la Patria de Corrientes”; en “El Sudamericano” y en la “Revista Nacional”, entre muchos otros.
Durante sus primeros años de vida pública, ocupó diversos cargos tales como Fiscal de Estado, Asesor Municipal, Ministro de Gobierno - a los 25 años de edad - y Ministro General de Gobierno, promoviendo acciones de singular relevancia. En su accionar se destacaba por su independencia de carácter, su entereza cívica, su competencia, su vocación al trabajo y su proverbial honradez.
Supo descollar en el poder legislativo al que ingresó electo en 1880, por sus convicciones, su encendida y culta oratoria, su fervor patriótico y su condición de republicano insigne. Sobresalió en sus comienzos como legislador en la Cámara de Diputados de la Nación, participando en debates de singular importancia para el futuro de su país, concitando el respeto de sus pares, entre los que se encontraban hombres de la talla de Indalecio Gómez, Leandro N. Alem, Emilio Mitre y muchos otros calificados hombres de nuestro pasado histórico.
Luego como Senador Nacional, en la ilustre compañía de Bartolomé Mitre, Carlos Pellegrini, Bernardo de Irigoyen, Joaquín V. González y Miguel Cané, reafirmó su fama por su erudición sobre los temas tratados, por la profundidad de su pensamiento y por su vastísima cultura. Ello sin dejar de recordar que fue un brillante orador y un polemista de nota. Su estilo clásico impresionaba profundamente a sus pares.
Es que ese insigne orador como nos señala Angel Acuña, su biógrafo más destacado, leía a Homero y Virgilio en su propio idioma y era devoto absoluto de los “Pensamientos” de Marco Aurelio y para su especialidad parlamentaria, el derecho constitucional, abrevaba de las fuentes de los constitucionalistas norteamericanos, en los que se inspiraron nuestros constituyentes en 1853, para plasmar su ideario en nuestra Constitución Nacional. Juan Balestra, al recordarlo nos decía: “Mantilla era un constitucionalista formidable, acaso el que mejor exponía la materia en debates parlamentarios”.
Sus iniciativas y comisiones fueron muchas, entre las que podemos recordar: la ley Nº 3445, de creación de la hoy denominada Prefectura Naval Argentina, institución que lo honra llevando su nombre en el buque insignia de dicha fuerza naval - "GC 24 Mantilla" - su defensa acérrima de las autonomías provinciales, su lucha por los derechos inalienables a los que jamás deben renunciar las provincias y muchas otras. Por eso, Alfredo L. Palacios, en uno de sus elocuentes discursos, se refirió a: “Mantilla, el gran senador federalista”.
También supo inmolarse por sus convicciones. Conoció la proscripción desde 1880 a 1882. Sufrió la cárcel en varias oportunidades por razones políticas. Sin embargo, su ánimo no decayó: por el contrario, se templó y lo llevó a decir en el Senado: “jamás caminé de rodillas ante los hombres”.
Su concepción del honor y sus virtudes cívicas, están reflejadas en toda su magnitud, en un hecho que le tocó vivir en el año 1905 con su maestro y amigo el entonces Presidente de la Nación, Dr. Manuel Quintana.
En cierta oportunidad lo llamó al doctor Mantilla, para pedirle que reconsidere su voto en un proyecto de ley, alegando que bastaba su firma al pié de un proyecto, para que sus amigos la respetaran.
“De manera que, según usted, le respondió el doctor Mantilla, ante su firma debemos inclinarnos siempre, pasando por todo, haciendo caso omiso de nuestras ideas, de nuestra conciencia, de nuestra tradición? […] Su firma vale mucho, sin duda; pero yo hombre, yo senador, tengo ideas, tengo convicción, tengo voluntad propia, y por ellas me dirijo; puedo declinar de ellas por deferencia al amigo, algunas veces, dentro de un margen de discreta tolerancia; pero no soy ni seré de los que digan a todo amén porque lleve al pie la firma de Manuel Quintana. Y si no fuese así, Usted no me apreciaría de verdad, no me tendría en el concepto de un hombre digno y de autoridad”.
Que vigencia tienen estas palabras, cuan necesario es que nuestros hombres públicos se inspiren en estas conductas, que importancia tiene para el porvenir de nuestra patria rescatar a estos hombres que nos han dejado un camino a transitar basado en ideales y firmes convicciones.
Por ello, hemos querido comenzar hoy, recordando a este dilecto hijo de nuestra tierra correntina, que nutrió su espíritu con las virtudes de su noble cuna y que nos dejó un legado imperecedero que debemos honrar.
miércoles, 14 de octubre de 2009
El 17 de octubre la Legislatura Correntina homenajeará al Dr. Manuel Florencio Mantilla
El diputado radical Manuel Aguirre, acompañado por sus pares Noemí Cuneo Graciela Rodríguez, Héctor María López, Raúl Alejandro Martínez y Vanderlan Rita Elena adhieren a la conmemoración del centenario del fallecimiento de Dr. Manuel Florencio Mantilla
El 17 de octubre de 2.009 se cumple el centenario del fallecimiento del Dr. Manuel Florencio Mantilla, hecho que ocurrió mientras ejercía el cargo de Senador Nacional, luego de una larga y fructífera vida en defensa de los valores de la Provincia de Corrientes.-
El Dr. Manuel Florencio Mantilla nació en Saladas el 25 de Julio de 1.853. Inició sus estudios en Mercedes y luego, radicada su familia en la Capital Provincial, los continuó en la Escuela del Convento de San Francisco.-
Tras su paso por Santa Fe, ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires, graduándose de Doctor en Jurisprudencia en la Facultad de Derecho en 1874. Vuelto a Corrientes, dirigió el periódico “El Argos” y posteriormente fundó “La Libertad”.-
Ejerció el cargo de Ministro en el año 1.878 y fue electo Diputado Nacional en 1.880. En 1.884 fue designado Jefe de la sección en el Archivo General de la Nación, desempeñando ese cargo hasta 1893.-
En 1.901 ingresó a la Junta de Historia y Numismática Americana, actual Academia Nacional de Historia. Colaboró con el Diario La Nación, siendo su obra historiográfica muy vasta, destacándose su valiosa Crónica Histórica de la Provincia de Corrientes. En 1.894 fue electo nuevamente Diputado Nacional y a la terminación de su mandato fue Senador Nacional, cargo que ocupaba cuando lo sorprendió la muerte el 17 de Octubre de 1.909.-
Su actuación fue política, social y cultural resultando uno de los hacedores de la memoria histórica de Corrientes.-
A su reconocida trayectoria política debe sumarse su importante labor historiográfica, destacándose su “Crónica Histórica de la Provincia de Corrientes”, considerada como el primer trabajo integral con base científica de nuestra historia provincial, a lo que deben agregarse muchas obras de igual importancia, además de su colaboración en revistas especializadas y fecunda labor periodística, todo lo cual le valió la incorporación al más alto sitial académico de la historia nacional.-
“Al cumplirse el centenario de su fallecimiento, rendimos homenaje a la trayectoria del Dr. Manuel Florencio Mantilla, a sus ideas y a su obra, recordando que ante la proximidad del bicentenario de la Patria, hombres como el Dr. Mantilla contribuyeron a su formación con su acción en la acción política constituyéndose en un hombre de su tiempo, pero a la vez colaboraron con el rescate de la memoria histórica de la Nación para que futuras generaciones adquirieran conciencia del pasado para que obrando en el presente, se pueda construir un futuro próspero y plural” reza el fundamento de la iniciativa presentada.
El proyecto
ARTÍCULO 1º: Adherir a la conmemoración del Centenario del fallecimiento del Dr. Manuel Florencio Mantilla, rindiéndole homenaje a su vida y obra en defensa de los valores de la Provincia de Corrientes.
ARTÍCULO 2º: Declarar al 17 de octubre de 2.009 como “Primer Centenario Histórico” de la Provincia de Corrientes, como preparatorio del Bicenterio de la Patria el año próximo.
ARTÍCULO 3º: De forma.-
viernes, 4 de septiembre de 2009
Domingo Ortiz de Rozas. Conde de Poblaciones.
Fundador de ciudades 1863-1756. Como Gobernador dedicó preferentemente su capacidad a las obras públicas de todo tipo, correspondiéndole inaugurar la Real Universidad de San Felipe y nombrar a su primer rector, Tomás de Azúa e Iturgoyen, en 1747.
Nació en la villa de Rozas, Asturias, España en 1683 y falleció en el mar, camino a su patria, en 1756. Sus padres fueron Urbano Ortiz de Rozas e Isabel García de Villasuso. Casado con Ana Felipa de Briviesca, tuvo cuatro hijos: una mujer y tres varones.
Siendo muy joven, Domingo siguió la carrera militar y participó en la guerra de sucesión española y en varias campañas en Italia y África. En 1737, obtuvo la Cruz de la Orden de Santiago.
En 1741 inició su carrera administrativa al ser nombrado Gobernador de Buenos Aires, ciudad de la que saldría un tiempo después al ser ascendido a Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ocupó entre 1746 y 1755.
Las obras públicas
Domingo Ortiz de Rozas asumió como Gobernador de Chile en 1746. Al igual que los otros gobernadores del siglo XVIII, realizó un parlamento con los indígenas en los llanos de Tapihue (diciembre de 1746), en el cual se acordó que los naturales no participarían en correrías al otro lado de la Cordillera de los Andes.
El Gobernador dedicó preferentemente su capacidad a las obras públicas de todo tipo, correspondiéndole inaugurar la Real Universidad de San Felipe y nombrar a su primer rector, Tomás de Azúa e Iturgoyen, en 1747.
La ciudad de Santiago se benefició con su dedicación: las antiguas defensas contra las aguas del Mapocho fueron arrasadas por una crecida del río en 1748, causando una inundación y grandes daños. Se hizo necesario iniciar la construcción de los nuevos tajamares, los que fueron concluidos en 1751.
Fundaciones
La fundación de nuevas ciudades tampoco estuvo fuera de sus labores. Durante su gobierno se establecieron las de San Antonio Abad de Quirihue en 1749; Jesús de Coelemu; San Antonio de la Florida, en 1751; Santa Bárbara de Casablanca y Santa Ana de Briviescas (Petorca), ambas en 1750. Por último, en 1754 se agregaron las ciudades de Santo Domingo de Rozas de la Ligua y San Rafael de Rozas de Cuz-Cuz.
Además, en 1749 se estableció un presidio en Juan Fernández el que, además de recluir a los condenados por la justicia, tuvo por objetivo asentar el dominio español en el lejano archipiélago.
El terremoto de Concepción
El 25 de mayo de 1751 un violento terremoto afectó a Concepción y a otros poblados del Sur; la destrucción fue enorme, ya que un maremoto siguió al movimiento telúrico. La calamidad hizo ver la necesidad de cambiar el emplazamiento de la ciudad, a pesar de la resistencia que a ello opuso el obispo José de Toro y Zambrano. El diferendo fue entregado al Rey para su resolución.
Domingo Ortiz de Rozas alcanzó, en 1748, el título de conde de poblaciones y en 1755, a petición suya, fue reemplazado por Manuel de Amat. En abril de 1756, se embarcó en Valparaíso rumbo a España. A los dos meses de navegación, falleció en alta mar.
Nació en la villa de Rozas, Asturias, España en 1683 y falleció en el mar, camino a su patria, en 1756. Sus padres fueron Urbano Ortiz de Rozas e Isabel García de Villasuso. Casado con Ana Felipa de Briviesca, tuvo cuatro hijos: una mujer y tres varones.
Siendo muy joven, Domingo siguió la carrera militar y participó en la guerra de sucesión española y en varias campañas en Italia y África. En 1737, obtuvo la Cruz de la Orden de Santiago.
En 1741 inició su carrera administrativa al ser nombrado Gobernador de Buenos Aires, ciudad de la que saldría un tiempo después al ser ascendido a Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ocupó entre 1746 y 1755.
Las obras públicas
Domingo Ortiz de Rozas asumió como Gobernador de Chile en 1746. Al igual que los otros gobernadores del siglo XVIII, realizó un parlamento con los indígenas en los llanos de Tapihue (diciembre de 1746), en el cual se acordó que los naturales no participarían en correrías al otro lado de la Cordillera de los Andes.
El Gobernador dedicó preferentemente su capacidad a las obras públicas de todo tipo, correspondiéndole inaugurar la Real Universidad de San Felipe y nombrar a su primer rector, Tomás de Azúa e Iturgoyen, en 1747.
La ciudad de Santiago se benefició con su dedicación: las antiguas defensas contra las aguas del Mapocho fueron arrasadas por una crecida del río en 1748, causando una inundación y grandes daños. Se hizo necesario iniciar la construcción de los nuevos tajamares, los que fueron concluidos en 1751.
Fundaciones
La fundación de nuevas ciudades tampoco estuvo fuera de sus labores. Durante su gobierno se establecieron las de San Antonio Abad de Quirihue en 1749; Jesús de Coelemu; San Antonio de la Florida, en 1751; Santa Bárbara de Casablanca y Santa Ana de Briviescas (Petorca), ambas en 1750. Por último, en 1754 se agregaron las ciudades de Santo Domingo de Rozas de la Ligua y San Rafael de Rozas de Cuz-Cuz.
Además, en 1749 se estableció un presidio en Juan Fernández el que, además de recluir a los condenados por la justicia, tuvo por objetivo asentar el dominio español en el lejano archipiélago.
El terremoto de Concepción
El 25 de mayo de 1751 un violento terremoto afectó a Concepción y a otros poblados del Sur; la destrucción fue enorme, ya que un maremoto siguió al movimiento telúrico. La calamidad hizo ver la necesidad de cambiar el emplazamiento de la ciudad, a pesar de la resistencia que a ello opuso el obispo José de Toro y Zambrano. El diferendo fue entregado al Rey para su resolución.
Domingo Ortiz de Rozas alcanzó, en 1748, el título de conde de poblaciones y en 1755, a petición suya, fue reemplazado por Manuel de Amat. En abril de 1756, se embarcó en Valparaíso rumbo a España. A los dos meses de navegación, falleció en alta mar.
domingo, 23 de agosto de 2009
LUCIO NORBERTO MANSILLA. Procer benemérito de la Provincia de Buenos Aires.
Sus progenitores, Andrés Mansilla y Eduarda María Bravo de Oliva. Su padre, Andrés Ximénez de Mansilla Alvarez Mesa se distinguió como uno de los más entusiastas defensores de la ciudad de Buenos Aires, cuando la primera invasión inglesa; fue tomado prisionero con otros porteños y conducido a Londres, de donde regresó a Buenos Aires con tiempo para tomar parte en la segunda defensa de la ciudad, con motivo de la segunda invasión inglesa.
Lucio Norberto Mansilla recibió la mejor educación que por ese entonces era posible obtener y manifestó, ya desde sus tempranos años, la fuerza de su carácter, su clara y lúcida inteligencia y una audacia que se mostraría en toda su magnitud durante la guerra contra los anglo-franceses, en 1845.
Como tantos de sus coetáneos, en junio de 1806 se alistó en las filas de Santiago de Liniers y Bremond para participar en las gloriosas jornadas de la Reconquista, las cuales culminaron el 12 de agosto con la rendición del General británico Beresford. En el mes de octubre de 1806, se alistó como soldado en la fuerza que debía socorrer a la plaza de Montevideo (sitiada por los ingleses), que se encontraba al mando de Santiago de Liniers. Bajo las órdenes del Coronel Prudencio Murguiondo, intervino en la aprehensión del depuesto virrey Rafael Sobremonte.
El 2 de julio de 1807 y durante el ataque de Whitelocke a Buenos Aires, Mansilla tomó parte en los combates de los Corrales de Miserere, que dieron inicio a la segunda derrota británica en el Plata.
Cinco años después, con la jerarquía de Teniente, sirvió a órdenes del general José Gervasio de Artigas en la Banda Oriental, contra los portugueses. Se incorporó luego al ejército de Rondeau, que sitiaba Montevideo, y en 1813 integró la expedición del Coronel Domingo French, cuyo objetivo era la conquista de la fortaleza lusitana "El Quilombo", en la línea del Yaguarón. Durante el ataque a dicha posición, Mansilla fue herido de bala el 12 de mayo, reconociendo el gobierno su coraje en la Gaceta de Buenos Aires del día 5 de junio de 1813. Una vez curado, intervino en todas las operaciones ejecutadas hasta la rendición de las fuerzas realistas (23 de junio de 1814). Por esta campaña obtuvo un escudo de plata y fue declarado "benemérito de la Patria en grado heroico".
Al servicio de San Martín
En 1815, fue enviado por el gobierno a Cuyo con algunos reclutas y armamentos. San Martín lo nombró mayor de plaza en San Juan, asignándole la instrucción de 600 hombres de tropa, quienes más tarde revistarían en los célebres batallones 7 y 11, de brillante desempeño en la Batalla de Chacabuco y Maipú.
A continuación, fue comandante militar de Jáchal y el Libertador lo designó luego comandante general de las cordilleras del sur de los Andes.
Iniciada la campaña de Chile, el General San Martín supo apreciar su capacidad, dándole un puesto de importancia como segundo jefe de la Primera División de Vanguardia, a pesar de su jerarquía de Mayor Graduado. Como tal, peleó en la Batalla de Chacabuco. Fue condecorado con una medalla de oro por el gobierno nacional y Chile lo recompensó con la Orden de la Legión al Mérito en grado de Oficial, consistente en una medalla y cordones. Estuvo en Maipú y, bajo el mando de Las Heras, actuó en la campaña al sur de Chile.
En 1820, la anarquía bonaerense lo encontró en su ciudad natal. Mansilla intervino en la elaboración del Tratado del Pilar, celebrado el 23 de febrero de ese año entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Allí tomó contacto con el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien, deseoso a esas alturas de liberarse de la influencia de Artigas, invitó al porteño a unirse con él para convencer al "Protector de los Pueblos Libres" de la conveniencia de aceptar el tratado. El gobernador Sarratea lo autorizó y Mansilla marchó a Entre Ríos. Se produjo luego la ruptura definitiva entre Francisco Ramírez y José Gervasio de Artigas, que concluyó con la expatriación de éste y la muerte de aquél. Mansilla fue elegido gobernador y capitán general por los representantes de Entre Ríos. Estrechó las relaciones con Buenos Aires y concertó la paz con Santa Fe. Hizo esto a su manera: se le presentó una noche a Estanislao López, solo y desarmado, expresando que no volvería hasta haber solucionado sus diferencias.
Iniciado en 1822, en la Logia del Ejército de los Andes, siendo gobernador de Entre Ríos, propició la fundación de la actual Logia Jorge Washington Nº 44 de la ciudad de Concepción del Uruguay.
Por su iniciativa, los territorios de Corrientes y Misiones, dependientes de Entre Ríos, fueron erigidos en provincias que elegían a sus propios gobernadores. Además, Mansilla hizo sancionar, en 1821, la primera constitución provincial para Entre Ríos, la cual él mismo había elaborado junto con Domingo de Oro y el doctor Pedro J. Agrelo. Al concluir su mandato, rehusó continuar en el cargo para no sentar precedentes, a pesar de haber sido reelecto tres veces.
Al ser elegido diputado al Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas, se pronunció por la adopción del régimen unitario de gobierno.
Guerra con el Imperio del Brasil
En 1826, se produjo la guerra con el Imperio del Brasil. Rivadavia nombró a Mansilla comandante general de la costa en el mes de septiembre. En ese cargo, Mansilla desplegó una notable actividad, organizando varios cuerpos para el Ejército, remitiendo al cuartel general armamentos, vestuario, caballadas y materiales diversos y uniéndose finalmente, al frente de su división, a las fuerzas comandadas por el General Alvear.
Como General de División, participó en forma destacada en el combate de Camacuá persiguiendo al enemigo, por lo que mereció una mención especial. Poco después, libró la batalla del Ombú (15 de febrero de 1827), en la cual, conduciendo a los 1.800 hombres de su división, derrotó y dispersó a la mejor caballería imperial, mandada por el General Bentos Manuel Riveiro. La dispersión evitó que dichas tropas intervinieran en la batalla de Ituzaingó, tres días después. El desempeño de Mansilla en esta acción de guerra fue brillante, por lo que Alvear lo recomendó al gobierno, que le concedió el uso de un escudo y cordones.
Luego, fue jefe de Estado Mayor hasta que el Ejército Nacional se retiró a cuarteles de invierno. En ese año de 1827, Mansilla fue designado diputado por La Rioja a la Convención de Santa Fe y, con autorización del Poder Ejecutivo, aceptó el cargo. Cuando comenzó la guerra civil, Mansilla decidió no tomar parte en ella y se retiró a la vida privada.
Ya en 1834, el gobernador de Buenos Aires, General Viamonte, lo nombró jefe de policía de la ciudad. Mansilla emprendió entonces la organización de esta repartición y obtuvo resultados sobresalientes. Creó la institución de los serenos, redactó los reglamentos generales (los que luego tomaron como modelo para sus propias fuerzas policiales los gobiernos de Brasil y de la República Oriental) y emprendió varias obras públicas, como el camino del Riachuelo a la Boca y el muelle del Margen. Continuó en sus funciones hasta que se inició la guerra contra la confederación peruano-boliviana presidida por el Mariscal Santa Cruz.
Entonces, el gobierno lo nombró comandante en jefe del Ejército de Reserva, el cual debía organizar en Tucumán. Mansilla persistió en su negativa a dejarse arrastrar a las luchas civiles en que se enfrentaban unitarios y federales. Pese a ser cuñado de Juan Manuel de Rosas, mantuvo su independencia respecto de los bandos en lucha. Solamente aceptó una comisión del gobernador de Buenos Aires: acompañó al enviado francés, Capitán Eduard Halley, el 4 de diciembre de 1840, a entrevistarse con el General Lavalle, jefe unitario que había sido derrotado en Quebracho Herrado, para ofrecerle, por parte de Francia, una salida favorable si abandonaba la guerra y el país, oferta que Lavalle rechazó.
En 1838, 1840, 1842 y 1844, Mansilla integró la Sala de Representantes o Legislatura de la provincia de Buenos Aires, en cuyo recinto se alzó su voz para sostener los derechos de la nación y la justicia de su causa en la guerra colonialista que llevaba a cabo Francia contra la Confederación Argentina.
Combate de la Vuelta de Obligado
Al producirse en 1845 la llamada intervención anglo-francesa, que era, en realidad, una guerra no declarada, el General Mansilla fue designado jefe del Departamento del Norte por Rosas y recibió la orden de fortificar y artillar las costas del Paraná a fin de negar la navegación por ese río a la escuadra enemiga. Es bien conocida su heroica defensa de la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), combate que representó una victoria táctica para los aliados, pero también, paradójicamente, una derrota estratégica, dado que los objetivos de los intervinientes no pudieron lograrse. Después del Combate de la Vuelta de Obligado, volvió a combatir a los anglo-franceses en Acevedo, San Lorenzo y en Angostura del Quebracho.
Concluida esta lucha, Mansilla no volvió al servicio activo hasta 1852, en que Rosas lo nombró comandante en jefe de las fuerzas de la ciudad de Buenos Aires. Tras la Batalla de Caseros las tropas de Urquiza marcharon hacia la capital provincial, la que cayó sin que mayores resistencias.
Después de Caseros, Mansilla se retiró a Francia, donde su prestigio y su don de gentes le abrieron las puertas de la corte imperial de Napoleón III y permitieron que fuera recibido en los altos círculos parisinos con el mayor de los respetos.
De regreso a Buenos Aires, se mantuvo apartado de las contiendas políticas y se dedicó a su familia y amistades. Su casa se convirtió en el lugar de reunión de los notables de la época y, en ese ambiente culto y refinado, creció quien llegaría a ser el autor de Una excursión a los indios ranqueles, el General Lucio Victorio Mansilla.
Sus últimos días
Sobrevivió a casi todos sus camaradas y cuando murió, el 10 de abril de 1871, llevaba sobre sus espaldas medio siglo de generalato, siendo el más antiguo de la República.
Las autoridades nacionales no asistieron a su entierro. Tampoco se le rindieron los honores fúnebres correspondientes a su rango. Al pie de su tumba, uno de sus amigos, Diego G. de la Fuente, expresó de esta forma el homenaje de sus compatriotas: “No sé, señores, en qué, ni cómo, se perpetuará algún día el nombre del vencedor del Ombú, del autor de la primera constitución provincial argentina, del organizador avisado de la policía de Buenos Aires, de un soldado de la Independencia, de un diputado al congreso del año 26, de un general recomendado a la gratitud pública por Bernardino Rivadavia; pero sí sé, y debo aquí decirlo, que el viajero argentino que remonta los ríos detiene siempre los ojos con noble orgullo en un recodo del gran río Paraná, donde un día la entereza del General Mansilla, rigiendo el pundonoroso sentimiento nacional en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supo grabar con sangre que no se borra derechos indestructibles de honor y de gloria. ¿Qué importa el murmullo del vulgo sobre hechos, de suyo efímeros, al pie de monumentos imperecederos diseñados por el heroísmo como la Vuelta de Obligado, donde se destacó la bizarra figura de Mansilla entre el fuego y la metralla, a la sombra, señores, no de otra bandera que aquélla que saludaron dianas de triunfo en los campos de Maipú y de Ituzaingó?”
Fuentes:
* Biografías - Ejército Argentino - Su Historia.
* Lappas, Alcibíades – La Masonería Argentina a través de sus Hombres – Buenos Aires (1966).
* Lynch, John – Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires (1984).
* Malamud, Carlos - Juan Manuel de Rosas – Madrid (1987).
* Oscar J. Planell Zanone / Oscar A. Turone – Patricios de Vuelta de Obligado.
* Yaben, Jacinto R. - Biografías argentinas y sudamericanas - Buenos Aires (1939).
Lucio Norberto Mansilla recibió la mejor educación que por ese entonces era posible obtener y manifestó, ya desde sus tempranos años, la fuerza de su carácter, su clara y lúcida inteligencia y una audacia que se mostraría en toda su magnitud durante la guerra contra los anglo-franceses, en 1845.
Como tantos de sus coetáneos, en junio de 1806 se alistó en las filas de Santiago de Liniers y Bremond para participar en las gloriosas jornadas de la Reconquista, las cuales culminaron el 12 de agosto con la rendición del General británico Beresford. En el mes de octubre de 1806, se alistó como soldado en la fuerza que debía socorrer a la plaza de Montevideo (sitiada por los ingleses), que se encontraba al mando de Santiago de Liniers. Bajo las órdenes del Coronel Prudencio Murguiondo, intervino en la aprehensión del depuesto virrey Rafael Sobremonte.
El 2 de julio de 1807 y durante el ataque de Whitelocke a Buenos Aires, Mansilla tomó parte en los combates de los Corrales de Miserere, que dieron inicio a la segunda derrota británica en el Plata.
Cinco años después, con la jerarquía de Teniente, sirvió a órdenes del general José Gervasio de Artigas en la Banda Oriental, contra los portugueses. Se incorporó luego al ejército de Rondeau, que sitiaba Montevideo, y en 1813 integró la expedición del Coronel Domingo French, cuyo objetivo era la conquista de la fortaleza lusitana "El Quilombo", en la línea del Yaguarón. Durante el ataque a dicha posición, Mansilla fue herido de bala el 12 de mayo, reconociendo el gobierno su coraje en la Gaceta de Buenos Aires del día 5 de junio de 1813. Una vez curado, intervino en todas las operaciones ejecutadas hasta la rendición de las fuerzas realistas (23 de junio de 1814). Por esta campaña obtuvo un escudo de plata y fue declarado "benemérito de la Patria en grado heroico".
Al servicio de San Martín
En 1815, fue enviado por el gobierno a Cuyo con algunos reclutas y armamentos. San Martín lo nombró mayor de plaza en San Juan, asignándole la instrucción de 600 hombres de tropa, quienes más tarde revistarían en los célebres batallones 7 y 11, de brillante desempeño en la Batalla de Chacabuco y Maipú.
A continuación, fue comandante militar de Jáchal y el Libertador lo designó luego comandante general de las cordilleras del sur de los Andes.
Iniciada la campaña de Chile, el General San Martín supo apreciar su capacidad, dándole un puesto de importancia como segundo jefe de la Primera División de Vanguardia, a pesar de su jerarquía de Mayor Graduado. Como tal, peleó en la Batalla de Chacabuco. Fue condecorado con una medalla de oro por el gobierno nacional y Chile lo recompensó con la Orden de la Legión al Mérito en grado de Oficial, consistente en una medalla y cordones. Estuvo en Maipú y, bajo el mando de Las Heras, actuó en la campaña al sur de Chile.
En 1820, la anarquía bonaerense lo encontró en su ciudad natal. Mansilla intervino en la elaboración del Tratado del Pilar, celebrado el 23 de febrero de ese año entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Allí tomó contacto con el caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien, deseoso a esas alturas de liberarse de la influencia de Artigas, invitó al porteño a unirse con él para convencer al "Protector de los Pueblos Libres" de la conveniencia de aceptar el tratado. El gobernador Sarratea lo autorizó y Mansilla marchó a Entre Ríos. Se produjo luego la ruptura definitiva entre Francisco Ramírez y José Gervasio de Artigas, que concluyó con la expatriación de éste y la muerte de aquél. Mansilla fue elegido gobernador y capitán general por los representantes de Entre Ríos. Estrechó las relaciones con Buenos Aires y concertó la paz con Santa Fe. Hizo esto a su manera: se le presentó una noche a Estanislao López, solo y desarmado, expresando que no volvería hasta haber solucionado sus diferencias.
Iniciado en 1822, en la Logia del Ejército de los Andes, siendo gobernador de Entre Ríos, propició la fundación de la actual Logia Jorge Washington Nº 44 de la ciudad de Concepción del Uruguay.
Por su iniciativa, los territorios de Corrientes y Misiones, dependientes de Entre Ríos, fueron erigidos en provincias que elegían a sus propios gobernadores. Además, Mansilla hizo sancionar, en 1821, la primera constitución provincial para Entre Ríos, la cual él mismo había elaborado junto con Domingo de Oro y el doctor Pedro J. Agrelo. Al concluir su mandato, rehusó continuar en el cargo para no sentar precedentes, a pesar de haber sido reelecto tres veces.
Al ser elegido diputado al Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas, se pronunció por la adopción del régimen unitario de gobierno.
Guerra con el Imperio del Brasil
En 1826, se produjo la guerra con el Imperio del Brasil. Rivadavia nombró a Mansilla comandante general de la costa en el mes de septiembre. En ese cargo, Mansilla desplegó una notable actividad, organizando varios cuerpos para el Ejército, remitiendo al cuartel general armamentos, vestuario, caballadas y materiales diversos y uniéndose finalmente, al frente de su división, a las fuerzas comandadas por el General Alvear.
Como General de División, participó en forma destacada en el combate de Camacuá persiguiendo al enemigo, por lo que mereció una mención especial. Poco después, libró la batalla del Ombú (15 de febrero de 1827), en la cual, conduciendo a los 1.800 hombres de su división, derrotó y dispersó a la mejor caballería imperial, mandada por el General Bentos Manuel Riveiro. La dispersión evitó que dichas tropas intervinieran en la batalla de Ituzaingó, tres días después. El desempeño de Mansilla en esta acción de guerra fue brillante, por lo que Alvear lo recomendó al gobierno, que le concedió el uso de un escudo y cordones.
Luego, fue jefe de Estado Mayor hasta que el Ejército Nacional se retiró a cuarteles de invierno. En ese año de 1827, Mansilla fue designado diputado por La Rioja a la Convención de Santa Fe y, con autorización del Poder Ejecutivo, aceptó el cargo. Cuando comenzó la guerra civil, Mansilla decidió no tomar parte en ella y se retiró a la vida privada.
Ya en 1834, el gobernador de Buenos Aires, General Viamonte, lo nombró jefe de policía de la ciudad. Mansilla emprendió entonces la organización de esta repartición y obtuvo resultados sobresalientes. Creó la institución de los serenos, redactó los reglamentos generales (los que luego tomaron como modelo para sus propias fuerzas policiales los gobiernos de Brasil y de la República Oriental) y emprendió varias obras públicas, como el camino del Riachuelo a la Boca y el muelle del Margen. Continuó en sus funciones hasta que se inició la guerra contra la confederación peruano-boliviana presidida por el Mariscal Santa Cruz.
Entonces, el gobierno lo nombró comandante en jefe del Ejército de Reserva, el cual debía organizar en Tucumán. Mansilla persistió en su negativa a dejarse arrastrar a las luchas civiles en que se enfrentaban unitarios y federales. Pese a ser cuñado de Juan Manuel de Rosas, mantuvo su independencia respecto de los bandos en lucha. Solamente aceptó una comisión del gobernador de Buenos Aires: acompañó al enviado francés, Capitán Eduard Halley, el 4 de diciembre de 1840, a entrevistarse con el General Lavalle, jefe unitario que había sido derrotado en Quebracho Herrado, para ofrecerle, por parte de Francia, una salida favorable si abandonaba la guerra y el país, oferta que Lavalle rechazó.
En 1838, 1840, 1842 y 1844, Mansilla integró la Sala de Representantes o Legislatura de la provincia de Buenos Aires, en cuyo recinto se alzó su voz para sostener los derechos de la nación y la justicia de su causa en la guerra colonialista que llevaba a cabo Francia contra la Confederación Argentina.
Combate de la Vuelta de Obligado
Al producirse en 1845 la llamada intervención anglo-francesa, que era, en realidad, una guerra no declarada, el General Mansilla fue designado jefe del Departamento del Norte por Rosas y recibió la orden de fortificar y artillar las costas del Paraná a fin de negar la navegación por ese río a la escuadra enemiga. Es bien conocida su heroica defensa de la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), combate que representó una victoria táctica para los aliados, pero también, paradójicamente, una derrota estratégica, dado que los objetivos de los intervinientes no pudieron lograrse. Después del Combate de la Vuelta de Obligado, volvió a combatir a los anglo-franceses en Acevedo, San Lorenzo y en Angostura del Quebracho.
Concluida esta lucha, Mansilla no volvió al servicio activo hasta 1852, en que Rosas lo nombró comandante en jefe de las fuerzas de la ciudad de Buenos Aires. Tras la Batalla de Caseros las tropas de Urquiza marcharon hacia la capital provincial, la que cayó sin que mayores resistencias.
Después de Caseros, Mansilla se retiró a Francia, donde su prestigio y su don de gentes le abrieron las puertas de la corte imperial de Napoleón III y permitieron que fuera recibido en los altos círculos parisinos con el mayor de los respetos.
De regreso a Buenos Aires, se mantuvo apartado de las contiendas políticas y se dedicó a su familia y amistades. Su casa se convirtió en el lugar de reunión de los notables de la época y, en ese ambiente culto y refinado, creció quien llegaría a ser el autor de Una excursión a los indios ranqueles, el General Lucio Victorio Mansilla.
Sus últimos días
Sobrevivió a casi todos sus camaradas y cuando murió, el 10 de abril de 1871, llevaba sobre sus espaldas medio siglo de generalato, siendo el más antiguo de la República.
Las autoridades nacionales no asistieron a su entierro. Tampoco se le rindieron los honores fúnebres correspondientes a su rango. Al pie de su tumba, uno de sus amigos, Diego G. de la Fuente, expresó de esta forma el homenaje de sus compatriotas: “No sé, señores, en qué, ni cómo, se perpetuará algún día el nombre del vencedor del Ombú, del autor de la primera constitución provincial argentina, del organizador avisado de la policía de Buenos Aires, de un soldado de la Independencia, de un diputado al congreso del año 26, de un general recomendado a la gratitud pública por Bernardino Rivadavia; pero sí sé, y debo aquí decirlo, que el viajero argentino que remonta los ríos detiene siempre los ojos con noble orgullo en un recodo del gran río Paraná, donde un día la entereza del General Mansilla, rigiendo el pundonoroso sentimiento nacional en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supo grabar con sangre que no se borra derechos indestructibles de honor y de gloria. ¿Qué importa el murmullo del vulgo sobre hechos, de suyo efímeros, al pie de monumentos imperecederos diseñados por el heroísmo como la Vuelta de Obligado, donde se destacó la bizarra figura de Mansilla entre el fuego y la metralla, a la sombra, señores, no de otra bandera que aquélla que saludaron dianas de triunfo en los campos de Maipú y de Ituzaingó?”
Fuentes:
* Biografías - Ejército Argentino - Su Historia.
* Lappas, Alcibíades – La Masonería Argentina a través de sus Hombres – Buenos Aires (1966).
* Lynch, John – Juan Manuel de Rosas – Buenos Aires (1984).
* Malamud, Carlos - Juan Manuel de Rosas – Madrid (1987).
* Oscar J. Planell Zanone / Oscar A. Turone – Patricios de Vuelta de Obligado.
* Yaben, Jacinto R. - Biografías argentinas y sudamericanas - Buenos Aires (1939).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
ARTÍCULOS MÁS DESTACADOS
Manuel Rafael García Aguirre, el vigía prudente y celoso de la construcción de la primera escuadra de guerra de la Armada Argentina.
El 27 de mayo de 1872 fue sancionada por el Parlamento argentino la primera ley de adquisición de armamentos navales, mediante la cual ...
ARTÍCULOS MAS VISITADOS
-
Durante muchos años, debido a un error involuntario del Museo Histórico Nacional que clasificó un daguerrotipo realizado...
-
Jean Philippe Goulu Autorretrato. 1786-1853 La miniatura tiene en Europa una hermosa tradición que arranca en la Edad Media y comie...
-
Nuestra familia en la actualidad. Evocar la vida y obra de nuestros ancestros es mantener viva nuestra rica historia familiar, es tam...
-
El retrato nos muestra a nuestra cuarta abuela Agustina Ortiz de Rozas López de Osornio quién contrajo matrimonio en la Iglesia de San Ignac...
-
“¡Allá los teneís! , considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas ...